Gabriela Matozza es profesora de Educación Física y especialista en psicogerontología, una subdisciplina de la psicología que se ocupa de estudiar el envejecimiento con el fin de aplicar los conocimientos en promover el bienestar de las personas mayores y sus cuidadores.

Su interés en la vejez viene desde hace años, y se ha embarcado en diferentes proyectos que tienen que ver con el tema.

En la actualidad, por ejemplo, es la coordinadora pedagógica de una diplomatura en envejecimiento activo y saludable, para la cual está abierta la inscripción hasta el 15 de febrero (si se desea obtener mayores datos sobre la propuesta hay que escribir a [email protected]), en el marco de un convenio entre la Universidad Nacional del Comahue y la Red de Actividad Física para Adultos Mayores (RAFAM).

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Sobre este proyecto puntual, Gabriela indica que tiene como fin “proporcionar herramientas gerontológicas adecuadas a las personas que trabajan con personas mayores”, y detalla que esa labor abarca el ámbito de la salud, la educación, la actividad física, la recreación, el ámbito comunitario… Y, dada la cantidad que se aprecia en la actualidad, destaca la importancia de contar con esta experiencia para los cuidadores domiciliarios, quienes comparten gran cantidad de tiempo con los abuelos.

Además, remarca que “las diplomaturas universitarias –como esta propuesta en particular –tienen como requisito tener el secundario completo, no más que eso”.

Si bien la diplomatura no equivale a un título, Gabriela sugiere que “quizá sea el primer paso para alguien que, tal vez, dejó de estudiar hace mucho y, de esta manera, empieza una especie de entrenamiento para luego acceder a otra formación de grado”.

Más allá del interés que puede significar la diplomatura para aquellos que trabajan con el sector de la tercera edad, la psicogerontóloga explica que también pueden participar los propios integrantes de esa fracción poblacional. “Nos ha pasado, la vez anterior que lo hicimos, que se inscribieron personas mayores interesadas en saber qué es esto del envejecimiento activo y saludable”, señala.

En ese sentido, recalca que la experiencia puede traducirse en una forma de aprendizaje acerca de “cómo tomar decisiones para que la extensión de la vida no sea solo sumar años, sino calidad”.

La profesional cuenta que el promedio de vida, en la Argentina, para las mujeres es de setenta y ocho años; para los hombres, setenta y tres.

“¿Qué hacemos desde que nos jubilamos hasta que llegamos a esa edad? ¿Nos sentamos a vegetar?”, cuestiona.

“Esta población que crece cada día más requiere políticas públicas que garanticen sus derechos: acceso a la salud, a la recreación, a la educación…”, advierte, y, en ese punto, dice que, más allá de que se ha avanzado mucho, siempre puede realizarse más.

“Son personas que se saben titulares de esos derechos y bregan por ellos”, manifiesta, y menciona que aquellos mayores que están en mejores condiciones dentro de la sociedad suelen “accionar y pedir por los que no tienen las mismas posibilidades”.

Asimismo, destaca la posibilidad que significa la presencia de los cursos de UPAMI, que describe como “la universidad abierta para adultos mayores”, así como también los diferentes centros de jubilados que ofrecen sus espacios para distintos tipos de propuestas.

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“El desafío, en primer lugar, es considerar a la persona mayor como sujeto de derecho, y también pararnos en el paradigma de un envejecimiento activo”, afirma Gabriela.

“Hay que desarmar los mitos y prejuicios que hay en torno a la vejez, que hacen que se piense que una persona mayor ya no quiere, ya no desea, ya no juega, ya no tiene desafíos…”, resalta.