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| 18/09/2022

La hora de matemáticas

La hora de matemáticas
Imagen ilustrativa: Facundo Pardo
Imagen ilustrativa: Facundo Pardo

Sonaba el timbre, dando por finalizado el recreo. Atrás quedaban comentarios del fin de semana pasado, los planes para el próximo, lo buena que estuvo la película vista en el cine, comentarios futboleros o chismes de pibes de otros colegios. Algunos, tal vez aprovechaban para quedarse en el curso repasando en esos últimos minutitos para un oral. Se escuchaba una voz abatida, diciendo: “Uh, tenemos matemática”. Alguno hacia de campana en la puerta, mientras el recreo seguía dentro del curso. De pronto decía: "Ahí viene la vieja”, aunque solo se tratara de una muchachita recién recibida, apenas unos años mayor que sus alumnos.

Con los años, nos dimos cuenta de que aquellos abnegados docentes, de esas materias de escasa simpatía, nos enseñaron a pensar y a resolver problemas, que nos fueron de mucha utilidad para el resto de la vida.

Esta historia comienza allá por finales de los 60 y principios de los 70, con tres muchachas y un jovencito que fueron los primeros docentes de matemáticas recibidos en Bariloche. Cuatro años antes, el Instituto Provincial del Profesorado, había pasado a formar parte del Centro Regional Universitario Bariloche (CRUB), dependiente de la Universidad Nacional del Comahue. Allí estaban, prestos a recibir su diploma: Susana Salamida, Liliana García, Oscar Sorocinschi y Carlota Inés Reichart (Loty).

“Fuimos al Nacional hasta tercer año, en las casitas de madera que estaban en Quaglia y Gallardo, donde ahora está el Capraro. Después fuimos a la Normal Mixta 2, que compartía el edificio con el Comercial, en la calle Albarracín. Ese edificio antes había sido una carpintería: ¡Pasábamos unos fríos!,” recuerda en estos días Susana Salamida, una de las integrantes de aquella promoción. Ingresaron a la universidad en el año 1969. Cursaban en las casitas del Nacional, de 18 a 24 hs.

Cuando se inauguró el edificio de 12 de Octubre (actual Ángel Gallardo), se mudaron hacia allí. También cursaron en la antigua hostería La Montanara, en el barrio El Mallín. Nada detenía el destino de estos jovencitos que pronto comenzaron a derramar los conocimientos adquiridos, en las aulas de los colegios secundarios de Bariloche.

Renato Ponce recuerda a su esposa Loty, quien ya no está, pero dejó su marca en tres generaciones de barilochenses. “La gringa pasaba tardes enteras corrigiendo las pruebas de sus alumnos. ¡Hasta las faltas de ortografía les corregía! Siempre trabajó en el Nacional. Un tiempo fue vicedirectora, pero le gustaba el aula. No recuerdo haberla visto faltar ni un día: ni por el clima, paro o enfermedad. Daba matemáticas y también química”.

A Oscar Sorocinschi le tocó ser “el viejo de matemáticas”, dejando también su recuerdo en inmensa cantidad de alumnos, en épocas de pizarrón y libretas, planificaciones en hojas oficio, notas en máquinas Olivetti o Remington, hoy reemplazadas por computadoras y dispositivos.

“El papá de Liliana García era ferroviario, Vivían en la estación. Nos hicimos amigas desde la primaria. Después se sumó Loty”, dice Susana, que agradece su formación a la educación pública, la cual pagó con amor y dedicación cada día, hasta su jubilación. Recuerda a su madre, la que cuando se juntaban a estudiar, espantaba a los gavilanes que rondaban a esas jovencitas, que ponían toda su energía en los estudios y no admitían distracciones. Aunque le saltó la liebre por un lugar inesperado, ya que Liliana conquisto el corazón de uno de sus hijos. Finalmente, además de compañeras de estudios, Susana y Liliana fueron cuñadas. “Lily ya no está, pero dejó un recuerdo muy lindo en quienes la conocieron. Ella además de matemática, se recibió de profesora de química. Trabajó siempre en el Industrial. Llegó a ser directora. Fue el motor de la realización de las Olimpiadas Matemáticas, trabajó muchísimo junto a otros colegas. Un año se realizó en Bariloche el Nacional. En el colegio se dictaban cursos y charlas y las competencias eran en el hotel Sol. Vinieron chicos de todo el país. Nos felicitaron por la organización".

Ésta es la pequeña historia de cuatro barilochenses apasionados por la enseñanza de los números, que llenaban los pizarrones de operaciones y fórmulas, dedicados a sus alumnos, a los que ayudaban con recuperatorios, llevándolos cortitos con las notas, soportando quejas y malas caras, en tiempos de pruebas escritas y lecciones orales.

Hacían pasar al frente, estiraban un poquito después del timbre para cerrar algún tema. Te mandaban a diciembre por unas décimas o a marzo, cuando no habías dado pie con bola en todo el año y te las encontrabas en la mesa de examen, ignorando que daban todo por enseñarte.

A veces, prestaban sus oídos y corazón, para una situación particular de algún alumno, que encontró en ellos un consejo. Hablar de “la de matemática” es también recordar a aquellas y aquellos cuyos nombres y apellidos quedaron por siempre en las aulas barilochenses: Jovita Balseiro, Haydé Esmeroder, Silvia Rapp, Sra. Plalzer, Miguelina de Cingolani, Carola Graziosi, Matilde Cueto, Eduardo Hernández, Bety Calderón, Perica Alder, Adriana Rabino, Graciela Conticiani, Ana Cossutta, Patricia Cuello y tantos otros. Solo recordamos a algunos en una deliciosa charla con Susana. Muchos de ellos, hoy disfrutan de una merecida jubilación. Se cruzan cada tanto, por las calles del pueblo, con exalumnos, que los reconocen y agradecen enseñanzas, sintiéndose al lado de ellos, al tener que “remarla” con sus hijos a la hora de estudiar matemáticas.

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