LUIS ALMONACID, CASI CINCUENTA AÑOS EN LA COCINA

| 06/07/2022

Se jubila uno de los parrilleros con mayor experiencia en Bariloche

Se jubila uno de los parrilleros con mayor experiencia en Bariloche
Fotos: Matías Garay.
Fotos: Matías Garay.

“Ya me jubilo… Y, después, ¡a descansar!”

A Luis Almonacid se lo ve contento.

A diferencia de otros que, al llegar a ese momento de la vida, suelen sentir cierto pesar, quizá por vincular el hecho con el paso del tiempo, él aguarda con ansias que sea 8 de agosto, última jornada laboral en el restaurante del kilómetro 14 de Bustillo donde se encarga de la parrilla. Dos días después, cumplirá sesenta y cinco años.

Le agrada su trabajo, pero, más allá de las gratificaciones, remarca que “es muy sacrificado”, por eso desea que llegue aquella fecha. Y, mientras, sueña con viajes por hacer… Quizá a la costa de la Provincia de Buenos Aires. Quiere conocer lugares como Mar del Plata y Villa Gesell, por ejemplo.

Entre las cosas que le quedaron pendientes por las horas pasadas en el trabajo, habla de “momentos familiares, como cumpleaños, o incluso ir a dejar a los chicos en el colegio”.

Luis está casado y tiene tres hijos varones (veintisiete, treinta y uno, y treinta y dos años).

Además, hay dos nietas, a las que adora.

Su camino en la cocina se inició hace ya muchos años.

“Yo empecé en 1973, cuando vine al hotel Altamira del Lago, en el kilómetro 11”, cuenta.

Juan, su padre, había llegado de Chile un tiempo antes, y se encargaba de varias cosas en aquel sitio.

“Mi papá trabajaba ahí, hacía de todo, era calderista, armaba el hotel… en definitiva, era un hombre de confianza de los dueños”, narra Luis.

El parrillero nació en Calbuco, al otro lado de la cordillera, en la Región de Los Lagos.

Llegó a la Argentina siguiendo los pasos paternos cuando tenía quince años.

“Comencé a aprender cosas en la cocina desde la nada, como ayudante, lavando platos, pelando papas”, narra.

A lo largo del tiempo, pasó por diversos establecimientos, y hace veinticinco años recaló en Rincón Patagónico, donde aún permanece.

“Vamos quedando pocos parrilleros de la vieja época”, suspira, pero luego ríe al señalar: “A donde voy, me hacen cocinar”.

“Tengo un pariente en Valdivia que tiene restaurantes, pero es fanático de cómo hago el asado, así que, cuando lo visito, quiere que cocine en su local, pero solo para nosotros”, aclara.

En cuanto a su gusto en materia de cortes, es contundente: “Sin vacío, no hay asado; me encanta”.

Uno de sus hijos vive en Bariloche, otro recorre el país en bicicleta (en este momento, está en Jujuy) y el tercero reside en Añelo, Neuquén, sitio de pozos petrolíferos donde pretende llevar al padre para poner un restaurante, pero Luis no quiere saber nada.

El hombre a punto de jubilarse tampoco pretende poner un sitio gastronómico en Bariloche ni nada por el estilo: “Ni siquiera tengo ganas de cocinar en eventos y ese tipo de cosas… Aunque vengan y me ofrezcan un millón de dólares, ¡no!”, bromea, para luego anunciar: “Voy a seguir cocinando, pero solo para los familiares”.

El maestro parrillero, que vive en el barrio San Francisco IV, cuenta que desde hace bastante tiene en claro que, al retirarse de la parrilla donde ha estado durante un cuarto de siglo, ya no volverá a cocinar comercialmente. “Estoy contento de jubilarme. Hace dos años que asumí que tengo que dejar de trabajar. Es lindo, pero uno termina muy agotado… física y mentalmente”, afirma, al mismo tiempo que prepara cordero y chivito para sacar un pedido.

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