UNA HISTORIA QUE NO DEBE JUNTAR POLVO EN LOS ARCHIVOS

| 03/07/2022

¿Quién fue y qué le debe Bariloche al “Tío Nico”?

¿Quién fue y qué le debe Bariloche al “Tío Nico”?
Nicolás es el que está detrás del gato. Foto vivienda Márquez en 1925. Colección Capraro en Archivo Visual Patagónico.
Nicolás es el que está detrás del gato. Foto vivienda Márquez en 1925. Colección Capraro en Archivo Visual Patagónico.

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Hermano del capitán del vapor “El Cóndor”, cumplió funciones durante un momento clave para la delimitación de la región. Descendió por el Limay hasta el río Negro al servicio de un naturalista sueco.

En 1965 falleció Nicolás Márquez, hermano del capitán Daniel, quien fuera durante décadas el patrón del vapor “El Cóndor”. Trece años menor, el primero también sacó a relucir en la zona sus dotes de marinero, a tal punto que proveyó y guio varios de los lanchones que utilizaron las sucesivas comisiones de límites, aquellas que trabajaron a fines del siglo XIX y principio del XX para arreglar las fronteras con Chile. Para sus vecinos y vecinas, fue sencillamente el "Tío Nico".

Al cumplirse el décimo aniversario de su deceso, Julio Riesgo publicó una semblanza suya en el diario Bariloche, a la que dató el 10 de julio de 1975. Recorrer sus párrafos es reencontrarse con momentos históricos que, además, involucraron a otros personajes. “Corría julio de 1897 cuando llegó a las adyacencias de la chacra de Nazario Lefipán, el naturalista sueco Pedro Dusen. Conoció allí al vasco Fermín Salaberry, entonces peón de campo y de mulas, y mediante él a un callado, sobrio, bonachón y grumete: Nicolás Márquez, con el tiempo, Tío Nico”, introduce el texto.

Precisamente, “diez años se cumplen de su muerte, y quien historia los lleva en aras de un homenaje”, justificó Riesgo. “Días y días, escuchándole, aprendí cómo revivían los fundadores de la aldea su vivir. Para quienes no conocieron al Tío Nico, o llorado Nicolás Márquez, sea entonces una breve historia de su vida. Ella sacada tras paciente labor, controlados uno y mil datos de mil maneras”, entre ellas, “volverme viajero para la isla de Chiloé, pensando en el luchar de aquellos que llegaron con el final del siglo pasado”.

Al parecer, aquel viajero nórdico tenía intenciones de alcanzar el frustrado cometido que Guillermo Cox intentara en 1863. “Bien había elegido Dusen a este Márquez para atreverse a viajar aguas bajo del Limay, en pos del Atlántico. Como también se decidiera a usar la lancha recientemente terminada por Huenul, el carpintero de la ribera que moraba en la isla hoy denominada Huemul”, estableció Riesgo.

Al momento de reconstruir la biografía del "Tío", señaló que “un 6 de junio de 1881 nació el niño Nicolás en un pueblecito llamado Chonchi, situado en una pequeña planicie de la costa oriental de la isla chilena de Chiloé, donde las casitas se contaban con los dedos de la mano y las aguas del océano Pacífico servían de alimento y vida para una docene de marinos en constante vigilia, por el mar embravecido sobre cáscaras de nuez, barquichuelos y hasta endebles dalcas (piraguas)”, puntualizó el autor. El paréntesis es suyo.

Era una cuestión de linaje. “El mejor maestro, su propio hermano y otrora ‘el capitán de la aldea’ que contaba con 13 años más de experiencia marina. La escuela: ese mar bravío, esos acantilados, esa niebla tan densa, el azote de la tempestad, esperanzas en unas maderas y en Dios”, resaltó el recopilador. “Aprendizajes resultaron de aquellos pasos tan peligrosísimos entre las islas Lemuy, Chehuin, Quinchao, Chaulinec, Apiao, Alao, Chauques, Tac, Lingua, Achao, Cailim, Laitec y tantas otras, amén de saber los reparos y ensenadas por los canales”.

Al parecer, Nicolás Márquez miró hacia el este desde el vamos. “El río Petrohué que le fascinara en sus años de la niñez y que es el tributario desde el lago Todos los Santos, con sus rápidos y murmullos de pequeñas cataratas, le iría escoltando junto a la carretera cachacienta unas veces, y un poco más movediza en otras que lo acercó a la cordillera”. Así “inició el camino que abriera su hermano Daniel para encontrarse en playa Bonita y puerto Manzano, con su primer patrón en Christian Boock, dedicado a la hacienda, a la molienda, al comercio en muy pequeña escala con bolsas de 25 kilos a lomo de mula”, historió Riesgo.

Para 1903, a Bariloche “el vino seguía llegando de Chile y era raro el mercachifle que no fuera libanés, los bandoleros patagónicos agrupan mayores fantasías, falta en épocas la harina y es día de fiesta y corte de barbas cuando asoman las carretas”, señala la reconstrucción. Precisamente, “en la Comisión de Límites se buscan ‘los servicios del lanchero Nico’ para sus lanchones de 8 a 10 metros de eslora, abonándole 60 pesos mensuales más la comida”.

En aquellos tiempos, “el río Limay se convierte en ruta para viajar y avituallar”. Por otro lado, “en el Cóndor siempre encuentra su sitio de timonel el menor de los Márquez, desde la hora en que las calderas marinas se arrastraron entre Laguna Frías y Puerto Blest, sobre rieles de madera, uncidos cachacientos bueyes y haciendo tiro, el toro castrado que se conociera por Cornabuey. 68 años se dedicó en alma y vida a la aldea, el recordado Tío Nico”, desempolvó en su oportunidad el barilochense de origen español. Casi medio siglo después, hacemos otro tanto en El Cordillerano.

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