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| 26/06/2022

Un par de botas

Un par de botas

Una de las postales de la Patagonia son los caminos de tierra. Suelo pensar, sin más rigor que el de mi propia percepción, que las rutas asfaltadas no son tan solidarias como las de tierra. Vaya a saber si es por la velocidad a la que se desplazan los vehículos o qué otra cosa. Resulta raro que si alguien está parado a un costado o detenido con su vehículo, no se detenga un viajero solidario.

Para los pobladores de parajes alejados de las ciudades, es norma ir “vichando” al costado de la huella para ver si alguien necesita ayuda o ser transportado. Algo así le sucedió a un chofer de una camioneta de Vialidad Provincial del Neuquén, quien vio a La Blanquita (así se la conocía a aquella mujer), esperando que alguien la levante. Era la directora de la escuela hogar de un paraje cercano. Una referente de la zona. Más de una vez la vieron de a caballo yendo a la casa de algún alumno a averiguar por qué había faltado a clases o gestionando cuestiones para los pobladores. Cada tanto debía salir para el pueblo por algún trámite o a buscar víveres y materiales para la escuela.

-¡Buen día Blanquita! -la saludó el chofer desde la camioneta- ¿Vas pal pueblo?

-Sí che. Voy a cobrar el sueldo al cajero.

El hombre vio que ella llevaba una bolsa con unas botas de goma de color amarillo. Le pareció raro, no había llovido ni se veía por el cielo alguna nube que anunciara que lo fuera a hacer en las próximas horas. Señalándole la bolsa, le preguntó:

- ¿Tenés miedo que llueva?

-¡No! Las llevo pa´cobrar -respondió Blanquita con naturalidad, mirando hacia el campo, mientras la camioneta rumbeaba para el pueblo.

El chofer no preguntó más, pero le quedó con la duda. Estaba acostumbrado a las cuestiones a veces tan particulares de la gente del paraje, tan alejadas de las de la ciudad. Por momentos pensó en algún tipo de cábala o vaya a saber qué.

La charla rumbeó por otros temas: noticias de la gente, el clima y algún otro emergente de dos personas que, pese a no ser amigas, se conocen de años.

-Antes sabían venir a pagarnos a la escuela. Ahora hay que ir todos los meses al cajero. ¡La modernidad, querido. No hay nada que hacerle! -dijo Blanquita.

-¡Y llevar botas de goma! –dijo el hombre. Un comentario cargado de intencionalidad.

-¿Sabés qué pasa? Que el cajero patea, da la corriente si andás con zapatos de suela o alpargatas. Con las botas de goma, no.

-Mira vos, che. Raro que no lo arreglen -conjeturó el chofer.

-Qué sé yo. Cada vez que voy me pierdo toda la mañana -lamentó la directora.

-¿Por qué che? ¿Mucha gente cobrando? -se asombró Rosario.

-¡Todo el mundo me está esperando pa´que les preste las botas, para poder cobrar!

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