UNA POSTAL DEL DOMINGO VENTOSO

| 26/10/2021

“¿Ustedes tenían techo?”

“¿Ustedes tenían techo?”
Fotos: Matías Garay.
Fotos: Matías Garay.

El domingo por la tarde, en el barrio Omega, una vecina se acercó y preguntó: “¿Ustedes tenían techo en esa parte?”, señalando el segundo piso de la propiedad de la joven pareja.

Rocío Folik y Franco Hube, que tienen dos hijos (de uno y tres años), se mostraron desconcertados.

“Estábamos acá, adentro, pero no nos habíamos dado cuenta”, señala Rocío.

“Se escuchaba el ruido, pero no imaginábamos que se había salido el techo”, añade.

La pareja tiene un emprendimiento de venta de ropa interior, maquillaje, medias, juguetes y un largo etcétera, pero sólo se manejan por las redes (su WhatsApp es +54 9 294 466 6919); antes tenían un puesto en un paseo de compras de la calle Onelli, pero con la llegada de la pandemia con los comercios cerrados tuvieron que rebuscársela, y ahí surgió la idea de recurrir a esa modalidad.

En la cuarentena, con apenas mil quinientos pesos en los bolsillos, comenzaron a vender juegos de mesa que sirvieran para el entretenimiento enclaustrado.

Los primeros compradores fueron familiares y amigos.

De a poco, se fueron aceitando en la metodología y aún hoy continúan trabajando de esa forma.

En la actualidad, no es que el dinero sobre, pero con esa manera de vender sus productos se las arreglan para vivir.

La casa todavía está en construcción.

“El techo lo había hecho con mi suegro hacía dos meses”, cuenta Franco quien acompaña al cronista y al fotógrafo hasta la vuelta de la manzana hacia un taller mecánico ubicado en una calle paralela, donde aterrizó el techo de chapa de seis metros por tres.

“Pasó por arriba de casas, autos y personas… Por suerte, cayó en un lugar donde no había nadie”, dice el muchacho.

Jorge Peña abre el portón de rejas y muestra el techo, que sólo se dañó en una de sus puntas. 

Cuenta que lo vio llegar “volando”, mientras tomaba mate.

“No lo podía creer: ¡un techo en mi patio!”, expresa.

“Primero pensé que era el mío”, señala el hombre que vive junto a su esposa en ese mismo lugar donde tiene el taller.

Luego se dio cuenta de que pertenecía a una casa al otro lado de la manzana y se puso en contacto con Franco.

Justamente, mientras el periodista y el reportero gráfico se retiran, ambos se quedan conversando, para ver cómo hacer para volver a poner ese techo en su lugar, a algo más de cincuenta metros.  

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