EL NOBLE OFICIO DE CARPINTERO

| 17/10/2021

Buscándole la vuelta a la vida

Buscándole la vuelta a la vida
Fotos: Matías Garay.
Fotos: Matías Garay.

Un carpintero al que le atraen los desafíos para poder encontrar soluciones.

Así se siente Federico Fernández Lubnicki.

Lo curioso, más allá de sus creaciones personalizadas, que buscan la belleza y la funcionalidad, está dado por cómo llegó a la carpintería.

Lejos estuvo de ser una herencia familia.

El muchacho, de Cipolletti, comenzó estudiando diseño industrial, pero luego, en la Universidad del Comahue, en Neuquén, siguió ingeniería.

“Me gustó; terminé la carrera y me fui a hacer una maestría”, cuenta.

El asunto es que la temática y el sitio donde realizó el perfeccionamiento no son los más habituales que uno podría llegar a imaginar.

A través de una beca, acudió a Natal, capital de Río Grande del Norte, en Brasil, para adentrarse en los “flujos multifásicos”. 

“Particularmente, estudié el flujo anular, algo relacionado con las instalaciones nucleares”, relata.

Así, debido a la aplicación que se le podía dar a su especialización, y como siempre había soñado con desempeñarse allí, recaló en INVAP, en el área satelital, una experiencia que recuerda como “formidable” (pero esa es otra historia…).

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Luego tuvo un paso fugaz por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), en diseño mecánico para el proyecto del reactor CAREM.

Allí se veía en una situación estática, muy “de escritorio”, y pateó el tablero.

Un amigo analista de programación que se había ido de INVAP en una fecha cercana a cuando lo hizo él le propuso dedicarse a la carpintería.

Ninguno de los dos tenía la mínima idea de cómo trabajar la madera.

“Pero su hermano y cuñado son carpinteros; ellos nos guiaban”, señala Federico, que cuando comenzó en esa tarea ya andaba por los treinta y seis años (ahora tiene cuarenta).

Aquel compañero, llamado Alejo Statti, hace un tiempo se fue a probar suerte a España, justamente, como carpintero. Ya instalado allá, comenzó a desempeñarse nuevamente en la programación.

Federico, en tanto, tras la experiencia donde descubrió el encanto de la carpintería, volvió a su labor como ingeniero… Pero no se quedó mucho allí.

Junto a un conocido, como ingeniero, realizó una tarea de importancia en un puente grúa para una empresa de materiales de construcción, como también labores para la industria cervecera, con fermentadores y equipos de cocción, entre otras cosas.

Luego pasó a formar parte del plantel de una empresa de ingeniería haciendo cálculo y diseño.

Pero, una vez más, se sintió enclaustrado: “Era un trabajo muy estático. La labor de especialista es básicamente estar todo el día en la computadora, con algún software específico”, señala.             

“Renuncié, y a las dos semanas declararon la cuarentena, así que retomé la carpintería”, relata.

Un amigo necesitaba placares para su casa, y así dio con la punta del ovillo que, desde entonces, sigue con placer.

“En la carpintería encontré un espacio donde desarrollar la creatividad, hallar soluciones novedosas en cosas que parecen triviales y no lo son”, expresa.

Empezó con una caja con herramientas, y, crédito CREAR mediante, pudo incorporar luego diversos elementos para su labor.

Cuando se enteró del programa Emprendedores de Río Negro, impulsado por el banco Patagonia y la fundación Nobleza Obliga, todo se proyectó.

Le puso nombre a su idea de muebles de diseño (Lenga) y fue uno de los aproximadamente mil quinientos que se anotaron.

Luego quedaron seiscientos…

Ahora está entre los treinta finalistas, de los que saldrán los tres ganadores de un capital semilla de ciento cincuenta mil pesos.

Lo acompaña su pareja, María Masoero, que es licenciada en comunicación.

“Siempre me costaba llegar a fin de mes; ella me ayudó a ordenar las cuentas. Además, se encarga de gran parte de los diseños, sobre todo en la estética; yo pienso en cómo materializarlos”, revela Federico.

La pareja tiene dos hijos: Leticia, de dos años y diez meses; y Rafael, que llegó al mundo hace poco más de un mes.

Así, el presente de este ingeniero mecánico transformado en carpintero está imbuido por el despertar familiar y la estimulación brindada por el programa de emprendedores: “Me faltaba formalidad en muchas cosas, que es lo que sin querer obtuve al participar en este concurso, porque me ayudó a conceptualizar muchas ideas sobre la metodología de trabajo”, manifiesta, para luego soltar: “La carpintería me encanta”.

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