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| 26/09/2021

Volver en cada primavera

Volver en cada primavera
Fotos actuales: Facundo Pardo.
Fotos actuales: Facundo Pardo.

Tal vez plantar un árbol es una manera de ver ese presente desde el futuro. Saber que ese retoño, en unos años, al levantarse y cobrar fuerzas, llevará consigo la inspiración de quien lo plantó y perdurará en él. Algo de esto habrá pensado Alfredo Caspani. Italiano de nacimiento, criado en Entre Ríos y llegado a Bariloche de joven, allá por los años 30. Su padre, constructor, llegó por estos lares a construir el puente Chacabuco, al que todavía se puede ver a un costado de la actual ruta 237, entre el cruce a La Angostura y Rincón Chico. En esa estadía conoció a una muchachita, descendiente de alemanes, llamada Gertrudis, que andaba de paseo. Por ella regresó a Buenos Aires. Contrajeron matrimonio y regresaron a radicarse en Bariloche. Comenzó con una pequeña empresa de pinturas, luego se dedicó a la construcción, para finalmente levantar su fábrica de bloques y caños de hormigón.

Alfredo Caspani.

Don Alfredo lideraba el Grupo de Amigos de la calle Gallardo. Un puñado de vecinos que vivían en esa arteria, desde Belgrano hasta Onelli. Allá por los años sesenta comenzaron a fabricar carrozas para participar de los desfiles de la Fiesta de la Nieve, en los cuales obtuvieron varios premios. La usina de aquellas aventuras era la fábrica de Caspani, en Gallardo entre el 300 y 400, con salida por Elflein. Ese grupo de vecinos, más tarde, se ocupó de convencer a las autoridades de entonces de que esa calle fuera una avenida.

Alfredo y sus retoños.

Por los años 80, Alfredo tuvo aquella inspiración de comenzar a arbolar las veredas. Primero, las de “su” calle, más tarde, extendiéndose a otras. Los primeros fueron 350 notros, tomados del monte y traídos para plantarlos sobre Gallardo, desde Belgrano hasta Rivadavia. Para ello, convocó a autoridades, vecinos y alumnos de escuelas, que fueron padrinos de cada árbol, asumiendo el compromiso de cuidarlos. Tiscornia, Elflein y las laterales fueron sumándose con otras especies que dieran flores, casi todas compradas por el propio Caspani.

Una de las primeras plantaciones.

“Muchos se hicieron los distraídos a la hora de comprar los arbolitos”, dice hoy con algo de amargura Alberto, su hijo mayor, heredero de aquel espíritu comunitario de su padre, ocupándose hasta hace un par de años de levantar un árbol de navidad sobre el techo de su fábrica, en el barrio Ñireco, para que se lo viera desde todo el pueblo. Alberto fue uno de los iniciadores de la Escuela de Hotelería en nuestra ciudad, donde volcó los conocimientos adquiridos en su estadía en España.

Qué maravilla, ser recordado y asociado a la primavera y sus colores. Este hombre, que cargaba en sus brazos aquellos retoños como a criaturas para depositarlos con cuidado en huecos en la tierra, en cunitas que los arraigarían para hacerlos crecer. Cada septiembre, los rojos, rosados, blancos, lilas, nos invitan a nacer y renovarnos.

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