LA REVISTA “FRAY MOCHO” REFLEJÓ ARMONÍAS Y CONFLICTOS DEL PARAJE

| 26/09/2021

Cien años atrás, en Chacay Huarruca *

Cien años atrás, en Chacay Huarruca *
Primera residencia de los Reuque en el Territorio de Río Negro. El epígrafe original no aclara la identidad del hombre que matea.
Primera residencia de los Reuque en el Territorio de Río Negro. El epígrafe original no aclara la identidad del hombre que matea.

La crónica lleva la firma de Juan de la Cruz y reconstruye el origen de la escuela. También se detiene en algunas tensiones entre los pobladores.

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Una edición de la histórica revista “Fray Mocho” se detuvo en el acontecer de Chacay Huarruca, paraje que se sitúa a unos 150 kilómetros de Bariloche si se transita por la Ruta 23 hasta Pilcaniyeu y desde ahí se tuerce hacia el sur. En particular, la crónica que firmó Juan de la Cruz, se detuvo en las alternativas que rodearon en la década de 1920 a la instalación de una escuela. Vista desde hoy, sirve para reconstruir retazos de la historia profunda de Río Negro.

El cronista mencionó que “en 1921, José Reuque (hijo), un aborigen que había prestado su contingente personal a la patria en el regimiento 3 de caballería de línea, de guarnición en San Martín de los Andes, secundado por algunos parientes y allegados, pedía autorización para abrir una escuela gratuitamente local”. La inquietud llegó a buen término, según la reconstrucción de “Fray Mocho”.

“El inspector de lección profesor don Vicente Calderón recibió orden por disposición del presidente provisional del Consejo Nacional de Educación profesor Boero, de censar la población infantil, la que resultó mayor de 40 niños en edad para ir a la escuela y esta se fundó”. Aportó De la Cruz que “el primer director de la escuela fundada a instancias de Reuque y sus parientes y amigos, fue el profesor puntano don Enrique L. Duflós, siendo después relevado por el actual director Dr. Demetrio Fernández”.

El compromiso de los pobladores mapuches de Chacay Huarruca con el proyecto educacional fue sustantivo. “El local ofrecido por los Reuque resultó inapropiado y se alquiló una casa; esta a su vez, fue adquirida en la suma de $ 3.000 m/n por el aborigen Felipe Collihuin y donada al H. Consejo”, reconstruyó el cronista. “Habíase iniciado una suscripción entre los vecinos aborígenes de Chacay Huarruca para construir una casa destinada a la escuela; pero, en vista del generoso obsequio hecho por Collihuin, se decidió que la cantidad recolectada, que alcanzaba a más de $700 m/n, fuera destinada a poner en buen estado la casa de la escuela, que lleva el número 65”. Es la denominación que todavía perdura.

Según De la Cruz, el cuadro de armonía que se desprende de los párrafos anteriores, no perduró demasiado. “No contento con esto, el aborigen José Reuque (hijo) inició algo así como una colonia para trazar un poblado, en el que los vecinos aborígenes de Chacay Huarruca habrían de tener cada uno su solar y las tierras correspondientes, que ahora ocupan, mediante determinadas condiciones, comprometiéndose los concesionarios a construir las casas para las oficinas públicas de los distintos servicios usuales”.

En este caso, las intenciones de Reque no llegaron a buen término. “Desgraciadamente la discordia ha hecho presa en el vecindario, debido a la falsa interpretación de las palabras del aborigen Reuque, a quien acusan de quererlos despojar de sus tierras los otros ocupantes, lo que no es exacto”. En los párrafos que siguieron de la crónica, el periodista tomó partido decididamente.

“Según el desmentido del mismo (Reuque), a quien llaman tirano, por no ser afecto a la bebida, al pago y a vagar de boliche en boliche. Es un hombre de trabajo y de iniciativas progresistas, las que chocan con las rutinarias costumbres de muchos aborígenes”, estimaba De la Cruz. A propósito, reforzaba: “Ha construido un canal de riego para sus potreros y huertas y un camino para automóviles entre el camino carretero y su casa”.

“Fray Mocho” fue una publicación de frecuencia semanal e interés general que comenzó a salir en mayo de 1912. Su “marca registrada” fueron las ilustraciones humorísticas que grandes talentos hacían a partir de personajes contemporáneos. La fundó el historiador y periodista Carlos Correa Luna, quien provenía de la experiencia de “Caras y caretas”, al igual que el resto de los redactores y dibujantes.

Entre 1912 y 1916 aparecieron 196 ediciones del semanario, pero continuó publicándose hasta 1929. En su segunda etapa, adquirió un carácter más de revista cultural. Llegó a tirar 80 mil ejemplares, cuando su competidora principal, “Caras y caretas”, tiraba 120 mil. ¡Qué números! Entonces, decenas de miles de lectores porteños supieron qué pasaba en un alejadísimo rincón de la Patagonia, a casi 1800 kilómetros de sus casas. Supieron que existía Chacay Huarruca.

* Este periodista de El Cordillerano agradece al colega Hernán Scandizzo (Neuquén), quien generosamente le acercó una versión en PDF de la histórica publicación. La digitalización corrió por cuenta del Instituto Iberoamericano de Berlín.

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