13/09/2021

Enseñanzas de las carreras de posta

Un escritor y conferencista estadounidense llamado John Maxwell dice que todos los seres humanos son capaces de heredarles a quienes vienen detrás de ellos estas tres cosas:

Un suvenir, el recuerdo de una vivencia agradable.

Un trofeo, la recompensa por una batalla obtenida o logro personal.

Un logro o un legado, que es una herencia que queda para la posteridad, que perdurará en el tiempo.

Aun cuando no nos creamos aptos para hacerlo, todos podemos formar a otros. Hacer esto es un verdadero privilegio que haríamos bien en llevar a cabo, ya que seguramente alguien lo hizo antes con nosotros. "Bernardo, yo no tengo nada para enseñarles a otros", tal vez pienses.

Cada persona es una fuente de conocimiento recogido a través de diversas experiencias que puede nutrir a las próximas generaciones. Es decir, una herencia que ayude a los demás a convertirse en mejores personas. Te invito a considerar las siguientes enseñanzas extraídas de las carreras de posta… Para empezar, corredor y pasador corren a la par durante un tiempo. ¿Hay alguna persona que corre a tu lado? ¿Estás corriendo junto a alguien para entrenarlo? El acto de pasar la posta se lleva a cabo en unos pocos segundos, pero formar a un ser humano suele llevar muchos años. No deberíamos procurar superar a otros en velocidad en la vida, sino pasarles la posta (denominada también "testimonio").

¿Dónde entrega la posta el corredor en mano del acompañante? Siempre lo hace en un lugar específico. Ahora, si el corredor que sigue no logra tomarla en ese momento, ambos pierden tiempo y la posta no debería caerse. Todos llegamos a ese instante en la vida en el que debemos pasar el testimonio, acto requerido en la carrera para que el equipo obtenga la victoria. Este es el lema de los cardiólogos: "Ver, hacer y enseñar". Todos aprendemos observando a alguien, para luego enseñarles lo mismo a otros.

Te comparto una hermosa anécdota acerca de la perseverancia:

"El sol se ponía a las 7 pm un día de verano cálido durante los Juegos Olímpicos de 1968 en la Ciudad de México. El estadio se estaba vaciando después de un día de los eventos de pista y campo. La Medalla de oro del maratón de 20 millas se había adjudicado una hora antes. De repente, el sonido de las sirenas de la policía llamó la atención de todos. Ellos estaban limpiando el tráfico para que una figura solitaria entrara al estadio.

John Steven Acquari fue el último corredor en el maratón. Llevando los colores de Tanzania, estaba haciendo muecas de dolor mientras cojeaba en la pista para los 500 metros finales. Había tenido una grave caída en la carrera que le había arrancado un tendón de la corva y dañado la piel de sus piernas. Estaba sangrando y tenía calambres, pero tenazmente se arrastró por el campo hacia la línea de meta. La multitud se reunió rápidamente para animarlo. Ellos estaban aplaudiendo y gritando para alentarlo cuando finalmente se derrumbó sobre la línea de meta en puro agotamiento y dolor. Después de que él se recuperara un poco, un periodista le preguntó lo que estaba en la mente de todos: "Estabas tan seriamente lesionado, ¿por qué no dejaste de correr?". Acquari dijo con sentimiento: "Mi país no me envió 7.000 millas para iniciar la carrera, sino para terminarla".

 

¡Aún no terminó tu carrera! Tal vez te sientas cansado, cansada, pero largo camino te resta. Alguien tomará la posta cuando ya no estés aquí; pero, hasta que ese momento llegue, no dejes de inspirar a los demás.

 

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