25/04/2021

¡Feliz cumpleaños Clarisa Montenegro!

¡Feliz cumpleaños Clarisa Montenegro!

Este sábado 24 de abril hubiera sido otro cumpleaños de Clarisa Montenegro, la referente del pueblo mapuche en Bariloche que falleció durante el mes de febrero pasado. El lector Sebastián Valverde envió una conmovedora carta, que El Cordillerano publica a continuación de manera textual.

“El pasado viernes 5 de Febrero teníamos la triste noticia de la partida de Clarisa Montenegro, referente histórica del pueblo mapuche en la zona de Bariloche, Werken de la comunidad Wiritray. Este 24 de Abril, habría sido otro cumpleaños de Clarisa,

Clarisa fue una luchadora incansable que desde la década de 1980 venía trabajando por los derechos de su pueblo, por su comunidad, primero en el Centro Mapuche de Bariloche y después en su comunidad, la lof Wiritray.

Su experiencia, su militancia, su trabajo, sus estudios de Asistente Social (en la Universidad Nacional del Comahue en los 80’) los puso al servicio de sus familias Inaleff, Treuque y Rauque, que se asientan en la margen norte del Lago Mascardi (“Relmu Lafken”, que en “mapudungun” que significa “Lago de los siete colores”) desde el año 1896. Así es como puso toda esa energía en trabajar en el reconocimiento como “Lof Wiritray”, primera comunidad formalizada del Parque Nacional Nahuel Huapi. Luego vinieron otras con historias comparables que ya tenían este antecedente, el camino que abrió Clarisa. Algunos eran familiares de hecho, como los Quintupuray (el Lof Kintupuray) del Lago Correntoso.

También fue central su canto para poder expresar, transmitir, conocer gente, y  ser también vocera de su pueblo.

Tenía muy claro, el peligro en la década de 1990 cuando se hablaba cada vez más de la posibilidad de cambiar “verde por verde”, es decir territorios de los Parques Nacionales por deuda externa. Tenía muy claro que el territorio ancestral de su comunidad en la costa del “Relmu Lafken” era un bien muy preciado y era necesario “tener papeles”  para estar más resguardados.

Con Clarisa compartíamos el Bariloche de los 80’ (años en que yo vivía en la ciudad y cursaba el colegio secundario), de allí nos conocíamos, y teníamos esa vivencia en común de aquellos años, los primeros pasos del movimiento indígena en democracia.

Tenía esa capacidad loable que tienen los referentes, de juntar, de articular, de conducir y al mismo tiempo dejar que otros crezcan bajo su guía. Por eso, si bien su trabajo fue clave en su comunidad, fue una referente para todas las comunidades de Bariloche y del Parque Nacional Nahuel Huapi y para todo su pueblo. 

De hecho su pionero accionar fue clave para el desarrollo del co-manejo del Parque Nacional Nahuel Huapi con las comunidades que se iban reorganizando o formalizando en base a relaciones ancestrales, a partir del reconocimiento de los derechos indígenas.

Algún antropólogo señalaba en algún trabajo emblemático,  justamente de esa generación que era muy joven en los 80’, que se constituyó en una “nueva dirigencia indígena”, que vivió como “nunca entre dos mundos”. Y esa nueva experiencia “en el mundo de los blancos” (que no tuvo la generación anterior), fue clave para el reconocimiento de los derechos indígenas y el cambio cualitativo que se empieza a dar a partir de la década de 1970 y en especial 1980 en toda América Latina. Siempre que me acuerdo de esa noción pienso en Clarisa. Vivió como ninguna otra generación lo hizo entre dos mundos. Entre el valor enorme que tenía ese territorio en “Relmu Lafken” donde se crio de chica y la Ciudad de Bariloche, entre las enseñanzas de su abuela –que también se llamaba Clarisa- y las oficinas que tanto recorrió en pos de su comunidad y la efectivización de los derechos de su pueblo. Entre el campo y los trabajos que tuvo como asistente social (por ejemplo en la Escuela “Antu Ruca”). Entre el canto y el difundir sus vivencias y la de los suyos. Entre “su gente” y tantos lugares que quedan marcados con su presencia, lugares fundamentales para esas relaciones. Pero ese ganar la experiencia, de las oficinas, del vivir en Buenos Aires, del conocer y relacionarse con la dirigencia indígena, con funcionarios, abogados, con los profesionales de las Universidades, fue clave para volver a su comunidad, a “su gente”. Posibilitó que el territorio de los abuelos de Relmu Lafken “tuvieran papeles”. Clarisa me expreso una vez con tanta claridad la unión y a la vez complementariedad entre generaciones y los lugares donde residía cada parte de las familias cuando se acrecienta en los 90’ la lucha por el reconocimiento como comunidad. Entre los mayores, que ya jubilados vuelven al territorio a “resguardarlo” y entre quienes vivían en la ciudad y ella en Buenos Aires luchando por el reconocimiento, sin perder el contacto el uno con el otro. Al contrario, complementándose sabiendo que unos necesitan de otros.

Eso es precisamente un referente, una guía, alguien que va aprendiendo el camino que hay que abrir, pero va mirando hacia atrás los que vienen caminando y va ayudando en su paso. Y alguien que remarca una y otra vez las enseñanzas de quienes precedieron en ese camino.

Circunstancias de la vida, de este mundo y de lo que nos toca vivir, hace que el canto de Clarisa fue la última actividad presencial de la Maestría en Antropología Social de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Con su voz terminaba el seminario “Etnicidades” a cargo del Prof. Dr. Juan Carlos Radovich, que era el último seminario en finalizar en aquel (hoy tan lejano) Noviembre de 2019. Al año siguiente, la Maestría como todo se veía obligada a adaptarse a la compleja realidad y su dictado pasaba a ser virtual. También mi ida ese día con Clarisa a dicho seminario de la Maestría permitió vincularme más con estudiantes del doctorado -que si bien conocía-, me relacioné más a partir de ese día y eso fue muy importante para trabajos posteriores que hoy están rindiendo sus frutos en favor de los pueblos indígenas (y por su puesto en mi relación con esas nuevas generaciones). Así era Clarisa. Tenía ese don de multiplicar a partir de su canto, de trasmitir. También esos eran sus “dos mundos” que nos quedan como enseñanza, la charla pero también lo que sabía que no se expresa con conceptos sino con su canto, la voz de ella, que es también su pueblo, como cierre. 

Los hermanos indígenas saben tantas veces con la sencillez pero al mismo tiempo la sabiduría de haber vivido tantas experiencias y la contundencia de sus palabras, expresar las cosas con tanta claridad. Por eso hago propias  las palabras de una dirigente indígena que compartimos el impacto de la partida de Clarisa, que era una “mensajera de su pueblo”. Susana Alegría, en el Diario “El Cordillerano”, expresó con mucha claridad ese carácter tan especial al señalar que: “…supo darse por completo, pedacito a pedacito a cada uno que tuvo el placer de conocerla y esas semillas continuarán reproduciéndose por siempre”. Gracias Clarisa por tus enseñanzas, por el aporte de tu experiencia. Gracias por haber compartido, por haberme aceptado y confiado con la calidez de siempre que ha permitido todo el trabajo de todos estos años. Por haber aceptado y recibido con tanta calidez a lxs colegas que invite a Lof Wiritray, sabiendo lo agradable que iba a ser la visita. Gracias por haberme hecho un lugarcito en tu mundo que ya es parte del propio. Feliz cumpleaños Clarisa!!!  Mensajera, referente, compañera y  amiga.

Un gran abrazo a toda la comunidad a Patricia, a Oscar, a Betty, y a todxs. A toda la Lof Wiritray, y a todxs los que compartieron con ella momentos, charlas y su experiencia. El legado de Clarisa nos convoca (y obliga) a no bajar los brazos sino a seguir el camino que tantas veces ella nos abrió”.

Sebastián Valverde
ICA-FFyL-UBA – UNLu – CONICET
24 de Abril de 2021

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