18/04/2021

Sobre ruedas

Sobre ruedas
Foto: Facundo Pardo
Foto: Facundo Pardo

Eran tiempos en los que algún muchachito andaba con su porción de sol en el bolsillo prendido al manubrio de la bici por las polvorientas veredas de Bariloche. A veces se aventuraban por las calles en las que todavía no andaban tantos autos.

Ante algún desperfecto se acudía al bicicletero, esa persona que para los niños era un hombre adulto aunque fuera tan solo un muchacho. La mayoría de las bicicleterías estaban en un local o galpón en el mismo solar de la casa.

Prolijamente puestas en hileras una al lado de la otra esperando la reparación, mientras otra que colgaba del techo era atendida por las pacientes manos del bicicletero. Piñones, cadenas, frenos y el aroma inconfundible de goma y grasa, junto con el compresor que cada tanto echaba a andar. Épocas en que el aire no se cobraba e inflar la goma era solo un servicio más.

Raúl Ramirez sabe mucho de esto. Su taller desde aquellos tiempos y aún hoy es un referente. Desde sus 80 años con un estado físico y una lucidez asombrosa desgrana recuerdos de toda una vida vivida en nuestra ciudad. Hijo de Domingo Ramirez, guardaparque que vivía en una casa en el viejo camino a El Bolsón entre los lagos Gutierrez y Mascardi. “Por un tiempo nos fuimos a vivir cerca de La Angostura. El negro Filiberto Gallego le llevó de arreo la hacienda que papá tenía. Hizo noche con el arreo por ahí, donde ahora están las calles Tiscornia y Otto Goedecke. Después cruzaron el lago en unos lanchones”. Recuerda Raúl apoyado en el mostrador de su negocio, mientras muestra algunas fotos.

“Mi mamá había ido a la escuela con Camilo Pefaure que tenía un negocio de deportes y bicicletería en la Mitre. Él le dijo mandámelo acá para que vaya aprendiendo. Ahí trabajaba Victoriano Delgado, él me enseñó. Después Pefaure puso cedería y telas. De ahí me fui a trabajar un tiempo con Leopoldo Baratta”.

Variados oficios tuvo aquel inquieto muchacho, desde elaboración de alfajores, vendedor de pintura, repostero. En el año 68 comenzó con su local propio en 9 de Julio 961.

 

Siempre con la pasión de la bicicleta. Tiempos de carreras organizadas por el Pedal Club Bariloche, Club Llao Llao, más tarde Club Ciclista Puerto Moreno, entre otros. "Me acuerdo los 80 kilómetros de Club Llao Llao: largábamos en el km 24 frente a la estación de servicio de Maldonado, pasábamos por Bahía López e íbamos a dar a Colonia Suiza. De ahí veníamos a Puerto Moreno, pasábamos por Virgen de las Nieves y subíamos hasta la ruta a El Bolsón. Entrábamos al pueblo por la Gutiérrez y después la Brown y bajábamos por Onelli hasta Moreno y de ahí otra vez hasta Llao Llao”. Recuerda Ramirez, mientras muestra orgulloso una vieja bicicleta de carrera con tubos y llantas de madera, a las que pintaban con aceite de lino para optimizarlas. “También corrí la Doble Angostura, íbamos un día y volvíamos el otro. Tardábamos más de tres horas cada tramo. Otra fue a El Bolsón”.


 

Deporte amateur, algún trofeo o un par de tubos eran los premios. Su primera bicicleta fue una que le compró su padre, Standard, sin cambios, “este no la quiere pa'correr” le dijo Domingo a Pefaure, ignorando cuál era la pasión de su hijo. Raúl recuerda sonriendo que de a poco fue comprándole tubos, poniéndole cambios y adaptándola para hacerla de competición. “Al tiempo mi hermano mayor le había comprado una Leonard, muy linda con repuestos franceses, al negro Bereau que trabajaba en Aerolíneas. Me la regaló. Mis hermanos y yo trabajábamos en el banco Nación. Con esa bicicleta gané mi primer carrera, una contrarreloj a Llao Llao: con la camiseta número trece y un día diecisiete de diciembre. ¡Todos números yeta que no me pudieron sujetar!"

Guzmán, Carlos Soriani, Sergio Vargas, los hermanos Galindo y Delgado. De Llao Llao Juan Soto y Figueroa. El "Turco" Siade, Hugo Parra, Muñoz, el "Tata" Jara. ¡No, si hay pa'cordarse!

Raúl Ramirez, casado hace 55 años con Elba Aguilar, padres de Raúl y Sebastián, que orgullosamente (nunca mejor dicho) siguen la huella del padre. Y abuelos de Mateo y Geremías.
“Todavía salgo a pedalear con mis hermanos. Tengo casi 80. ¡No, si ya no me cocino en el primer hervor!”, dice Raúl con alegría, mientras muestra apuntes en los que desgrana recuerdos en sus ratos libres: viejos almacenes, bares, verdulerías, etc. de nuestra ciudad. “Ya no es como antes.
A veces salgo a barrer la vereda; pasa gente y no saludo a nadie. Antes cada uno que pasaba saludaba o se quedaba un rato a conversar”.

Raúl Ramirez, entre el chocolate y el dulce de leche de los alfajores, el sonido de los sellos del banco y la grasa de las cadenas y piñones de las bicicletas, transita sus días al frente de su bicicletería en la calle 9 de Julio 961, supervisando los trabajos de sus herederos, dándole la mística de un pionero que con su amabilidad y lucidez invita a demorar la charla, con una alforja cargada de anécdotas y recuerdos.

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