05/05/2020

11. Fuerza

11. Fuerza

Hay un equilibrio perfecto entre tu aliento y mi dominio: mi aliento y tu dominio.
Al mirarme al espejo esa mañana, mi rostro estaba particularmente seco.
Tus escudos casi se han rendido y mi respiración, me trae al centro de mí mismo, donde se ancla mi alma.
Tomé el pote de crema y noté que también estaba algo débil.
Encuentro ahí, diminuta, la imagen de tu ser amuleto sosteniendo mi lucha y no quiero rendirme, todavía.
Logré girar la tapa casi límite de mis fuerzas.
Tu boca, húmedo fuego, quiere seguir en erupción para evitar el colapso, para prolongar el momento en que se inunda de vida todo el suelo.
Con la yema de mis dedos fundí un poco de crema en mis cachetes.
Amamos el equilibrio.
Estaba fría.
Danzamos en esa cuerda floja, sintiendo las fuerzas gravitatorias al mismo tiempo expulsándonos, al mismo tiempo atraídos.
Me gusta el frío, pero no en fragmentos.
¿Cómo pueden dos cuerpos -una dama y una bestia- ocupar tanto espacio?
Es que mi cuerpo conservaba aún el calor de la cama.
Corona y dientes, unidos y duplicados, en el vaivén infinito que crea la vida.
Esos centímetros helados en mi rostro parecieron propagarse por mi columna hasta la cintura.
Fuente vital, punto cero donde todo es y parpadea.
Los tratamientos de corrección requieren un mínimo de doce sesiones.
Sabemos que morir es renacer, que el ciclo infinito del misterio que nos une trasciende nuestros cuerpos y también nos delata.
Era tiempo de vestirse y desayunar.
Sabemos que renacer es morir, que hace falta molerse en la rueda del tiempo hasta que solo quede el néctar prístino de nuestra fuerza.

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