RELATO TRES

| 09/10/2019

3. Emperatriz

 "Las personas aprenden a amar sus cadenas" Daenerys Targaryen.

Era todo perfecto. El sol, el viento, el aire, el agua. La geometría ajustada a los andamios de un universo milimétricamente equilibrado. Cerrado el cielo esférico y transparente.

Más acá o más allá se abría el espacio con la precisa longitud anhelada y daba cobijo a las emociones, como una flor que se abre para contener en ella su porción de primavera.

Todo era así. Los finales tenían personalidad de final. Y los comienzos nunca eran inesperados: nacían de una voluntad cierta. Alcanzaban sus metas. Recogían sus frutos. Abastecían con salud cualquier invierno.

Si Auko deseaba alegría, compraba unos cuantos gramos en el mercado y a cambio dejaba allí sus centímetros cúbicos de tristeza, macerada ya. Hecha crema.

Pero los hombres somos irreparables. Viene el deseo, o como se llame, a caer como un meteorito en pleno ecosistema, y destruye lo que parece sólido. Viene la pasión o la voracidad y hace añicos lo que semeja paz.

Entonces todos abren los brazos porque son buenos, a los que disfrazados de dioses vienen a traer el hierro, la ira, el dolor y la sangre.

Están los que se enamoran de un fantasma y conviven con él, charloteando por las calles, aunque nadie lo vea. Están los que te miran fijo, buscando la llama que arde en el vacío.
Pero también están los que se tiran del precipicio colgados de la cola de un barrilete sabiendo que no hay otro abismo que el propio y aunque lloren luego, y paseen con el rostro ensangrentado, jamás dejarían pasar ese cometa tan brillante, luminoso y vibrante como los bordes de cualquier ficción.

*El escritor comparte aquí su serie "Arcanos".
Más producciones en: www.nidodepalabras.com

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