22/05/2016

A 56 años del famoso “lagomoto”: historia de las únicas dos víctimas

- CRONOLOGIA DE UNA TARDE TRAGICA - Se cumplió un aniversario más de aquel inolvidable hecho.

A 56 años del famoso “lagomoto”: historia de las únicas dos víctimas
Tras el sismo, vino la erupción del Caulle y la posterior caída de cenizas.
Tras el sismo, vino la erupción del Caulle y la posterior caída de cenizas.

Muy conocida es la historia de aquel 22 de mayo de 1960, cuando el Nahuel Huapi se retrotrajo, formó una ola de unos 5 metros y golpeó el muelle de cemento rompiéndolo parcialmente.

Sin embargo, poco se conoce de la historia de los dos muertos que dejó este episodio: Andrés Kempel y Julio Frattini. Aquí la historia en detalle, al cumplirse 56 años de un hecho que dejó marcada a fuego a la sociedad barilochense.

Eran cerca de las tres de la tarde de aquel domingo 22 de mayo. El lago estaba planchado, la temperatura era más que agradable para un día de otoño y el cielo permanecía celeste, de punta a punta.

Luego del almuerzo, las tropas del Ejército se encontraban haciendo una exhibición de gimnasia en “el Picadero”, ese enorme terreno contiguo al Centro Cívico, donde hoy se erige el edificio Bariloche Center.

Este evento, congregaba a la inmensa mayoría de los habitantes de la pequeña ciudad, que estaba en pleno auge. Los días diáfanos como éste, eran ideales para dar un paseo por la costa del Nahuel Huapi y sobre todo, por el bellísimo muelle.

Pero no era el caso, los soldados eran la atracción de la tarde y se llevaban las miradas de miles de personas. Menos mal. De lo contrario, ese domingo se hubiese convertido en una trágica jornada con una gran cantidad de víctimas.

Por otro lado, los integrantes del Club Náutico Bariloche, que tenía su sede en un pañol del muelle, estaban realizando diversas maniobras para sacar del agua a tres veleros para que sean repintados y mantenidos. San Martín, Arrayán y Ñire, eran los nombres de aquellas embarcaciones.

Allí se encontraba trabajando Andrés Kempel, un joven treintañero, gasista y empleado de la empresa Orbis. Además, era un excelente remero, incluso, ocasionalmente participó en carreras internacionales de ese deporte, representando al Club Teutonia en el Tigre. Ese día formaba parte de las maniobras del varado de los veleros, a bordo de un “chinchorro”.

Mientras tanto, Julio “Lulo” Frattini (36) salía de su casa ubicada en la zona del kilómetro 2 del Camino Internacional (hoy Bustillo), junto a su esposa y sus tres hijas. Iban a aprovechar el día para hacer un paseo familiar.
Frattini era bombero por vocación y mecánico automotor en los talleres de la Ford, que funcionaban en el predio ubicado en Quaglia y Moreno. Además, se destacaba por ser un gran esquiador. Entre sus logros, había sido campeón argentino de larga distancia (hoy conocidas como carreras de fondo), a fines de los años 40.

Por sus condiciones, Frattini era el encargado del mantenimiento mecánico de la embarcación de pasajeros propiedad de Nello Garaniani, “La Cristina”, que poseía dos nuevos motores Ford. Ese domingo, Nello le pidió a “Lulo” que pase por el muelle, a ver unos detalles de su barco, antes de estrenar los motores.

Así fue que “Lulo” suspendió por unos minutos el paseo familiar, estacionó en la costanera su Chevrolet 37 con toda su familia a bordo, que se quedó allí esperando, y subió a La Cristina.

Repentinamente, el suelo barilochense comenzó a moverse. Temblaba la tierra y fuerte, como nunca había pasado. Quienes dormían la siesta, se despertaron. Los vidrios rechinaban. Aquellos que iban caminando, se caían. La vajilla se rompía en el suelo. Y el oleaje del lago aumentó.

Antonio Margarido, capitán del Club Náutico, estaba trabajando en las maniobras de los veleros junto al lago, cuando notó que el muelle sobre el que estaba parado, comenzó a sacudirse y empezó a gritar para que todos se alejen del lugar.

Kempel, en su bote, salía del agua. Mientras que Frattini fue hasta la popa de “La Cristina” y le pidió a Kempel que lo rescatara cuando éste ya estaba casi afuera del agua. Y así lo hizo. Pero cuando “Lulo” se subió al chinchorro, llegó la enorme ola de más de 5 metros de alto y arrasó con todo.

Hubo ruidos subterráneos y un fuerte estruendo. Fueron segundos, donde el Nahuel Huapi se “absorbió” y volvió con toda la fuerza. Algo similar a un tsunami.

En un abrir y cerrar de ojos el panorama era desolador en la orilla de lo que hoy conocemos como puerto San Carlos.

Del muelle, quedaba sólo la primera parte. La Modesta Victoria después de romper de un tirón el cable de acero que la ataba al muelle, quedó al garete. Incluso, hay quienes cuentan que se tumbó con la fuerza del agua, pero se paró y no sufrió daños. Luego fue rescatada por miembros de la tripulación.

Cientos de maderas, escombros, asientos, techos y palos quedaron diseminados por doquier.  Nello Garaniani, con algunos golpes, quedó sobre “La Cristina”, que se la llevó el lago hacia adentro, pero quedó a flote. No corrió la misma suerte “la Sayhueque”, una lancha de pasajeros de Parques Nacionales que se hundió. 

Otra embarcación de esa entidad quedó partida en mil pedazos. De los tres veleros, se salvaron dos. A los pocos minutos, medio pueblo estaba en el lugar, tratando de ayudar y otros tantos, sólo viendo qué había sucedido.

Quienes estaban allí desde el inicio, comenzaron a buscar a Kempel, hasta que su cuerpo fue hallado a la altura del hotel Tres Reyes, sobre la orilla.

Por su parte, la esposa de Frattini, Trudy Ritter, que había quedado en el auto, aguardaba sin nervios debajo del Centro Cívico, ya que creía que su marido se encontraba a bordo de “La Cristina”. Pero no fue así, había muerto. Aunque su cadáver no apareció.

Hubo varios días de búsqueda del cuerpo, por parte de los vecinos y de las autoridades. La pesquisa hacía foco en la zona del Ñireco. Pero casi un mes después de aquel fatídico día de mayo, un efectivo de la incipiente Policía Río Negro, contra todos los pronósticos, encontró el cadáver en la zona del kilómetro 2 de Bustillo, cubierto de ceniza volcánica y piedra pómez, producto de la erupción del Cordón Caulle.

La autobomba de los Bomberos Voluntarios fue la encargada de trasladar los restos de Frattini hasta el cementerio, en homenaje al compromiso y esfuerzo que había mantenido durante años con la entidad.

Por estos días, muchos memoriosos recuerdan haber vivido de una u otra forma aquel atípico día de otoño. Pero estas líneas buscan darle un sentido homenaje a aquellas dos personas que perdieron su vida en el único, y ojalá último, “lagomoto” de la historia de Bariloche. (Relato de Hugo Jung, escrito por Diego Llorente. Fotos del Archivo Visual Patagónico)

¿Fue un tsunami o no?

El terremoto de 1960 tuvo su epicentro en Valdivia, Chile, y alcanzó una magnitud de 9,5 en la escala de Richter. Fue el más intenso de los registrados en la historia humana.

En Bariloche se sintió con intensidad, aunque no produjo daños directos. Sin embargo nadie pensó que, como episodio final del sismo, el lago Nahuel Huapi se retiraría unos metros para luego volver con inusitada potencia, bajo la forma de un oleaje de cinco metros de altura.

De todos modos, lo que sucedió en Bariloche no fue realmente un tsunami, porque no hubo desplazamientos de placas en el fondo del lago, ni modificaciones en el mismo.

Todo el lecho del lago se sacudió, provocando un oleaje semejante al que ocurre al agitar violentamente un fuentón lleno de líquido. Lo mismo ocurre en diferente escala en tanques y piletas de natación durante grandes terremotos: el agua se desborda.

Los especialistas señalan que, por suerte, el epicentro del sismo en Bariloche fue en el lago, ya que si hubiese sido en el casco urbano, hoy estaríamos recordando una tragedia de gran magnitud.

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