RECORDAR A CHINGOLO ES RECORDAR A SUS PERSONAJES

| 06/04/2021

Un prócer de la historieta argentina

Adrián Moyano
Un prócer de la historieta argentina

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Cuando se instaló definitivamente en Bariloche, Casalla ya era un grande del cómic nacional, en su época dorada. El “Cabo Savino” se publicó durante medio siglo.

Llamativas coincidencias en el calendario hacen que el fin del verano y el comienzo del otoño sean un tanto dolorosos para Carlos Casalla, hijo del gran Chingolo. Sin embargo, cuando se encuentra con el mural que homenajea a su padre en una de las paredes del Estadio Municipal, la alegría vence. Cuatro años después de su fallecimiento, la figura del historietista y músico se agiganta, a medida que pasa el tiempo.

Carlitos compartió emociones y recuerdos en “Mano y contramano”, el programa que conduce Marcela Cabral en la tarde de El Cordillerano Radio – FM 93.7. “Marzo y abril son difíciles para mí, porque entre los dos meses se fueron mi mamá (Norma Bralo), mi hermana y después, mi hija (Morena), además de mi papá. Está todo bien, pero se extraña porque a veces, me acuerdo cuando estábamos todos juntos, pero la vida es así”, se resignó.

No obstante, “cuando veo el mural que está en el Estadio Municipal, siempre se me dibuja una sonrisa: pensar que yo conocí a ese personaje, que era mi padre. Hay mucha gente que lo quiere y lo recuerda”, consideró el músico. “Me dicen: ¿vos sos el hijo de Casalla?” Es que en el mundo de la historieta, Chingolo “no solo hizo Cabo Savino, también hizo El Cosaco, Álamo Jim, Patrulla Americana, un montón de series”, recordó su hijo.

Es verdad que “la más famosa fue Cabo Savino, la estuvo dibujando como 50 años en un medio que se vendía muchísimo. Recuerdo que la revista tiraba 150 o 300 mil ejemplares. ¡Era un montón! Se vendía a Venezuela, Colombia, Perú… No solo aquí. Claro, no había radios FM o televisión”, quiso justificar Casalla hijo. Transcurría la época de oro del cómic argentino y si bien es cierto que no había demasiadas formas de entretenerse, no todos los autores crearon personajes que se extendieran durante medio siglo.


El milico fortinero resultó de un encargo. “Le ofrecieron que creara un personaje de la Conquista del Desierto y junto con otros dos guionistas geniales, empezaron con el Cabo Savino. Siempre quedó cabo porque muchas veces, estaba con el indio y con el gaucho. Estaba más de ese lado, lo llamaban vago, lo llevaban a pelear y no quería”, recordó Carlitos. “Varias veces estuvo en el cepo y nunca ascendía, quedó ahí (risas)”. A su autor “después le ofrecieron hacer un cowboy y series de la Segunda Guerra Mundial, pero hizo poco. También hizo una historia del turf en Argentina en la década del 20, con el hipódromo y las matufias que había”, rescató Casalla Junior.

Una decisión familiar hizo que Carlitos fuera barilochense en lugar de ibérico. “Él tenía la posibilidad de irse a España porque como mandaba el trabajo por correo, era lo mismo, aunque tardara un poco más. Con mi mamá, eligieron acá porque era Argentina y quisieron que sus hijos crecieran en Argentina. Eligieron Bariloche y yo se los agradezco”, expresó el músico.

A fin de cuentas y sobre todo, Chingolo “era un maestro de la vida. Siempre decía: ¡arriba los corazones! Y la otra frase que tenía era: pasarla bien… Cuando estábamos en alguna situación medio tensa o que no nos gustaba, me decía por lo bajo: huyamos despavoridos (risas). Eso me quedó para siempre. Decía: sean buenos, profesionales, abocados en lo que creen que tienen que ser. En el camino, puede ser que te des cuenta que no era por ahí y se puede cambiar, pero con amor y dedicación”. Mensaje válido para todas las generaciones.

Adrián Moyano

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