ENTRE LA NOSTALGIA Y LA SONRISA

| 06/04/2021

Cuatro años sin Chingolo Casalla

Adrián Moyano
Cuatro años sin Chingolo Casalla

Su hijo Carlitos recordó su llegada a Bariloche y algunas vivencias íntimas en “Mano y contramano”, programa que conduce Marcela Cabral en la tarde de El Cordillerano Radio. Un personaje entrañable.

Los primeros grises del otoño 2021 coincidieron con el cuarto aniversario. El 5 de abril de 2017, dejó de existir en el plano sensible Carlos “Chingolo” Casalla. Imposible que su hijo Carlitos no se deje ganar por la nostalgia porque, además, el 6 de abril, pero de 2004 había fallecido su madre, Norma Bralo, de manera que el cuarto mes del año no es el más simpático para la familia. No obstante, el músico esboza una sonrisa al trazar una semblanza de su padre.

El recuerdo del gran Chingolo se adueñó de “Mano y contramano”, el programa que conduce Marcela Cabral en la tarde de El Cordillerano Radio – FM 93.7. “No te digo que triste, pero es un día de recogimiento y de recordar, pero más que nada con alegría”, dijo Casalla, en relación al último lunes. “Fue un hombre que dejó muchas buenas experiencias para un montón de gente. Para mis hermanas y para mí, fue un gran padre, un gran jefe de familia, aparte de un gran artista”.

Desde ya que “tenía sus cosas, porque como en toda familia hemos tenido nuestras diferencias, pero, sobre todo, tuvimos nuestro lugar común: el arte y la música”, resaltó el percusionista y bajista. “Siempre me apoyó y me sostuvo, al igual que a mis hermanas, aunque ellas no se dedicaron al arte. Junto con mi madre, fueron de apoyar y acompañar lo que quisiéramos ser. Justo mañana (por el martes) es el aniversario del fallecimiento de mamá. Ella en 2004 y Chingolo en 2017”, recapituló.

Carlitos repasó aspectos poco recordados de la vida de Chingolo y familia en Bariloche. “Cuando mi padre vino de Buenos Aires, yo todavía no había nacido. Llegó a mediados de los 50, él fue egresado de Bellas Artes y tuvo como tremendos maestros a (Lino Enea) Spilimbergo o (Antonio) Berni. Cuando llegó, recién empezaba con la historieta y a publicar algunas cosas. También era muy incipiente su personaje principal, que fue el Cabo Savino”.

Aquella fue una primera aproximación, antes de la instalación definitiva. “Acá fue uno de los primeros fotógrafos de turistas que hubo, los recibía en el tren, estaba cuatro o cinco días con ellos porque iba a todos lados, terminaba las excursiones y tenía que ir a revelar y enmarcar. ¡No dormía nunca!”, recreó su hijo. “Aparte, era amante del jazz desde chico y de la música en general, tocaba la batería. De chico, a mí me encantaba verlo tocar, me llevaba a las jam session en Buenos Aires y a los conciertos. Después, me regaló un bongó, se ve que no me quería prestar la batería (risas). Igual, era un instrumento que a él le gustaba mucho”, aclaró Casalla hijo.

Quizá, los barilochenses menos veteranos recuerden sobre todo su faceta musical. “Él y sus dos hermanos menores eran músicos, pero su trabajo, eran el dibujo y la pintura, sobre todo, la historieta”, subrayó Carlitos. “Cuando todos volvimos a Bariloche en el 69, ya era un historietista consagrado y por eso se pudo venir acá. Recuerdo que yo lo acompañaba a llevar los rollos de las historietas, porque mandaba los originales desde el viejo correo, donde está ahora la Secretaría de Turismo. Nosotros vivíamos en Llao Llao, él era feliz porque hacía lo que quería y tenía la posibilidad de mandarlo desde acá. Me decía que yo también tenía que lograr eso: hacer lo que me gustara con la gente que quisiera”, recordó.

Los recuerdos tienen mucho de entrañables. “No le gustaba dar clases, a pesar que tenía título de profesor. No le gustaba dedicarse a eso”, aclaró Carlitos. “Yo tengo muy presente el olor de la tinta china, del papel y del hilo sisal. Él lacraba los paquetes, unos rectángulos largos y rojos de una cera que se derretía para que llegaran sin abrirse. Esas cosas me quedaron y también llegué a trabajar haciendo el color de las historietas con él. Lo disfruté un montón”. ¡Cómo no!

Como recordara con El Cordillerano en enero último, en ocasión de celebrarse el Día del Músico, Casalla mencionó que después de aquel bongó y del debut como profesional a sus 16 años, “después de un tiempo, empecé yo a dar clases porque es un recurso típico de los músicos, aquí, lejos de donde atiende Dios (risas). Hay que tener vocación y ya llevo más de tres décadas, así que me debe gustar la educación musical. Todo eso se lo debo a mi viejo y a mi vieja también, porque siempre apoyaron”, insistió. Con sostenes así…

Adrián Moyano

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