ARGUMENTÓ EN FAVOR DE LA PRESENCIA ESTATAL DE LONDRES

| 02/04/2021

La opinión de Fitz Roy, determinante en la decisión británica

Adrián Moyano
La opinión de Fitz Roy, determinante en la decisión británica

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Entre 1830 y 1833, el HMS “Beagle” navegó por aguas australes y transportó yaganes a la capital imperial. Al tomar nota de la precariedad de la presencia argentina, recomendó asociar intereses privados e imperiales.

Poco después de las primeras controversias entre Gran Bretaña y las autoridades de Buenos Aires, se profundizó la codicia de Londres hacia los archipiélagos del sur. “Sin autoridad estatal sobre las islas, un intento bonaerense de ejercer soberanía por medio de una colonia penal acabó con una rebelión de presos y soldados, que disolvió el precario control sobre el terreno. Para entonces el interés británico en el Atlántico Sur aumentó, con el regreso a Londres de la expedición de los buques Adventure y Beagle, los que llevaron al tristemente célebre Jemmy Button y otros fueguinos ante el Rey”.

La reconstrucción lleva la firma de Alberto Harambour, en su introducción para “Un viaje a las colonias. Memorias y diario de un ovejero escocés en Malvinas, Patagonia y Tierra del Fuego (1878-1898)”. El volumen fue editado en 2016 por la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) de Chile. Está disponible en línea y es de libre descarga, para quienes quieran ahondar en la historia decimonónica del archipiélago.

Harambour se refería al indígena fueguino del pueblo yagán que, en abril de 1830, fue trasladado en 1830 con tres compañeros hasta Gran Bretaña, a bordo del “Beagle”. Por entonces, contaba con 15 años de edad, según el comandante del navío. Regresó a su tierra en el mismo barco tres años después y si bien estudió en una escuela y fue presentado en la corte ante el rey Guillermo IV, al retornar a su territorio, retomó la vida que había llevado su gente durante milenios.

“Cuando Robert Fitz Roy arribó a las Falkland (sic) desde Patagonia, en marzo de 1833, se enteró por un buque francés ‘que solo quedaban unos pocos colonos en el asentamiento de Port Louis, casi en ruinas; y que la bandera británica había sido reizada en las islas por el HMS Tyne y Clio”, recientemente. “Un irlandés, trabajador de Luis Vernet, había quedado a cargo de cuidar la bandera en las pocas construcciones que seguían en pie”. Por entonces, Irlanda también era posesión colonial inglesa.

Como corolario de sus viajes e investigaciones, “Robert Fitz Roy recomendó que el Estado (británico) se hiciera cargo de establecer una línea de transportes, impulsando una colonización del archipiélago que imaginaba proyectándose comercialmente hacia el sur de Patagonia y la Tierra del Fuego. También propuso como alternativa que se instalara una colonia penal. El factor clave, sostuvo, sería mantener una fuerte vigilancia en mar y tierra”.

En definitiva, una asociación entre intereses particulares y los geopolíticos del, por entonces, imperio más poderoso del planeta. “En suma, que la ocupación podría llegar a funcionar si se desarrollaba alguna industria privada con el respaldo militar del imperio”. Esa misión quedó en manos a partir de 1850 de la Falkland Island Company.

Esta “se convertiría en el instrumento clave que permitió asegurar la permanencia de la ocupación británica de las islas, monopolizando su vida comercial y política hasta -al menos- el intento de recuperación por parte de Argentina, en 1982”. Después, la empresa mantuvo considerable poder, como puede verse en el documental “Exilio de Malvinas”, del realizador barilochense Federico Palma.

Adrián Moyano

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