15/12/2018

Mensaje de los obispos de la región Patagonia-Comahue

“Bendito sea el Señor porque ha visitado y redimido a su pueblo” (Lc 1,68).

Por eso, nos invitamos unos a otros a abrir nuestros oídos y nuestro corazón al canto de los ángeles: “Gloria a Dios en los cielos y, en la tierra, paz a los hombres amados por Él” (Lc 2, 14) y hacer realidad en nuestra vida el camino de los pastores. “Los pastores se decían unos a otros: ¨Vayamos a Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado¨. Fueron rápidamente y encontraron a María y a Jesús, y al recién nacido acostado en el pesebre” (Lc.2, 15-16). 

Navidad de la Gruta de Belén: una mujer, María, que vive el gran don de la maternidad. Junto a ella, José, varón fiel, que la acompaña… Unos animales que miran lo que está pasando en su propia casa. Allá afuera, el silencio de la noche estrellada es interrumpido por el canto de unos ángeles. La noche recibe a quien se presentará como la Luz… y, por eso, en esta noche, se abre un sendero. Los primeros en descubrirlo y recorrerlo son los pobres… unos pobres pastores que caminan al encuentro de ese Niño. Parece que nada grande ha sucedido pero un niño acaba de nacer... y mientras allá lejos en la ciudad todo sigue igual con su ritmo y sus luces…  ¡hoy el Señor nos visita y nos redime!

No dejemos que esta buena noticia pase desapercibida. La vida de cada uno de nosotros, de nuestras familias y la sociedad entera necesitan la Luz que trae ese Niño. No nos quedemos en un simple recuerdo, vivamos todo lo que significa esta noche de la Navidad.

Dios, en Navidad, se despoja, se hace historia, toma la condición humana, elije y gusta todo lo profundamente humano y elije comenzar y estar junto a los últimos. Dios, en Navidad, se abaja, se hace ofrenda para ayudarnos a que nos demos cuenta por dónde germina la verdadera vida, la nueva creación. Dios, en su Hijo Jesús, viene a rescatar toda historia esclava de corazones encerrados, egoístas, engreídos y obsesionados por construir un futuro… sin futuro. Viene a caminar con nosotros para que no equivoquemos de camino, Él es “el camino”.

San Pablo en la carta a los Filipenses evidencia este misterio de encuentro, cercanía y redención: “Cristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres” (Flp. 2, 6-7).

Muchas veces, vivimos o somos testigos de muchas situaciones que nos abruman: la falta de trabajo, los salarios que se alejan de poder satisfacer las necesidades diarias, la atención de la salud muy restringida, niños y abuelos sin protección alguna, el maltrato y la violencia como una manera de relacionarnos, una justicia que se hace demasiado lenta, la corrupción en muchos como regla de vida, el flagelo de las adicciones, tantas mentiras que cierran toda esperanza de cambio, la destrucción de la naturaleza por la constante contaminación… Ante todo esto, nos puede venir la tentación de resignarnos o de reaccionar violentamente o de mantener una prudente distancia aislándonos y encerrándonos en nuestras seguridades, o de tan sólo ver enemigos y condenar, o tratar de no ver ni sentir para no complicarnos aún más la vida.

El ejemplo de Dios que se hace hombre nos urge a acercamos y pararnos en esa realidad que clama un cambio, que anhela vida nueva, que siembra esperanza. Urge encontrarnos y descubrirnos hermanos y protagonistas responsables de un cambio en ese lugar que clama vida. Algo nuevo no sólo es posible, sino urgente. Este camino personal y comunitario no exime de anhelar la renovación de tantas instituciones que sostenemos desde la democracia y que lamentablemente, a veces, están muy lejos de su servicio al bien común, ya sea por la desidia, o la irresponsabilidad, o la corrupción que nos invade.

Queridos hermanos, ¡Feliz Navidad! y un año nuevo donde vivamos la Buena Noticia de reconocer “ser amados por Dios”. El Señor nos visita. Anhelemos siempre vivir con Él.

 

Juan José Chaparro, cmf (Obispo de San Carlos de Bariloche), Fernando M. Croxatto (Obispo de Neuquén), Marcelo A. Cuenca (Obispo de Alto Valle del Río Negro), Joaquín Gimeno Lahoz (Obispo de Comodoro Rivadavia) Esteban M. Laxague, SDB (Obispo de Viedma), José Slaby, C.Ss.R. (Obispo de la Prelatura de Esquel), Roberto P. Álvarez y Alejandro P. Benna (Obispos auxiliares de Comodoro Rivadavia), Miguel Robledo (Administrador de Río Gallegos),Juan Carlos Romanín, (Obispo emérito de Río Gallegos), Miguel E. Hesayne (Obispo emérito de Viedma), Marcelo A. Melani, SDB (Obispo emérito de Neuquén), Néstor H. Navarro (Obispo emérito de Alto Valle del Río Negro), Fernando M. Bargalló (Obispo emérito de Merlo-Moreno).

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