17/11/2018

EMOCIONES ENCONTRADAS: Chofer olvidadizo

EMOCIONES ENCONTRADAS: Chofer olvidadizo

Carlos venía viajando hacia Bariloche desde Mendoza, adonde había ido a buscar a su suegra. Decidió hacerlo de noche, para aprovechar “la fresca”, ya que su furgoncito no tenía aire acondicionado. Adecuó un colchón en la parte trasera para que ella descansara durante el viaje. Luego de cebarle unos mates, Alicia se acostó: “Mas adelante la despierto para tomar otros” le dijo él y la señora se durmió. Transcurrió una hora más o menos, cuando paró a cargar nafta, mientras el solitario playero le llenaba el tanque, aprovechó para ir al baño; volvió, pagó y siguió viaje. Luego de algo más de una hora de travesía, por la ruta que a esas horas de la madrugada lucía casi desierta, divisó un puesto policial unos metros adelante. Disminuyó la velocidad y vio que el policía que se hallaba en medio de la calzada, al que se le sumó otro que salió del puesto, le hacían señales con una linterna y un ademán de que se detuviera en la banquina. “¿Estos andan pidiendo papeles a esta hora?” se preguntó extrañado.

- Buenas noches señor -lo saludó el agente, mientras su compañero miraba la patente del vehículo.
- Buenas noches -respondió Carlos, atinando a abrir la guantera para extraer la documentación que seguramente le pedirían.
- ¿Viaja solo? -interrogó el policía.
- No, con mi suegra, que viene acostada atrás.

Al darse vuelta, Carlos comprobó que el colchón estaba vacío. Se quedó helado, sin poder pronunciar palabra. Con un claro gesto de incredulidad y estupor, volvió su mirada hacia los policías.

- La dejó en la estación de servicio de Santa Isabel -le respondió uno de los agentes, a quien parecía dibujársele en el rostro una leve sonrisa.
- Nos llamaron del destacamento para informarnos que lo paráramos -le informó el policía.
- ¿Cómo…? -pensó en voz alta Carlos.
- Según nos dijeron, la señora manifestó que se bajó en la estación de servicio para ir al baño y que cuando salió usted ya no estaba –comentó el uniformado.

Luego de que le informaran que la señora se hallaba bien y que lo esperaba en el destacamento del pueblo aquel, cerca de la estación de servicio, Carlos emprendió el regreso. Un mar de dudas lo invadía mientras conducía al encuentro de su suegra. “¿Cómo fue que se bajó y no la vi?”.

Al llegar al destacamento de Santa Isabel, encontró a Alicia sentada junto a los policías. Entre enojo y risas fue relatando lo sucedido.

- Cuando sentí que paró la camionetita aproveché para ir al baño; me bajé por la puerta de atrás.
- ¿Y no la vio nadie? –interrogó uno de los policías.
- No. Estaba solamente la manguera cargando el tanque –respondió ella.
- Claro, yo le dije al playero que me llene el tanque y me fui al baño. ¿Y él no la vio? –le consultó Carlos a su suegra.
- No, el muchacho dijo que cuando usted se fue al baño, él ingresó a la oficina para apagar el mechero, porque se le iba a hervir el agua que estaba calentando para el mate – le respondió el comisario.
- Cuando salí del baño ya no estaba la camioneta y el muchacho me miraba extrañado. Pobrecito, no sabía de adonde había salido yo –dijo Alicia–, me hizo sentar en la oficina y fue a buscar a la policía –contó, tapándose la cara, dejando escapar una risa nerviosa.
- Por un momento pensamos que se trataba de una persona enferma –continuó uno de los policías– que se había escapado del hospital –concluyó.
- Sola, sin documentos y diciendo que se la habían olvidado ahí –aportó otro de los agentes –para colmo no sabía ni la marca del vehículo, menos mal que el playero se acordaba y llamamos al destacamento para que lo detengan.
- ¡Yo salí y la hacía dormida, ni miré para atrás! –Comentó Carlos– es más, cuando íbamos llegando al destacamento, le dije “¿tomemos unos mates doña?”, ¡claro, qué me iba a contestar! –Sonrió junto a todos los presentes, incluida Alicia, que ya más relajada, también lo hizo– ahora viajo sentadita al lado de él –aseguró, subiendo al vehículo.

Se despidieron y siguieron viaje. Ya comenzaba a aclarar cuando pasaron frente al destacamento donde detuvieron la marcha del “fugitivo”, para informarlo del olvido. Un coro de aplausos saludó su paso por la caminera.

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