TESTIMONIOS SE REPITEN EN BREVE JORNADA

| 22/10/2018

Poco avance en inicio de la tercera semana del juicio por Cárdenas y Carrasco

Poco avance en inicio de la tercera semana del juicio por Cárdenas y Carrasco
Alejandra Riquelme, cuñada de Sergio Cárdenas.
Alejandra Riquelme, cuñada de Sergio Cárdenas.

 

Otro perito balístico que integra la división balística del Gabinete de Criminalística de Gendarmería Nacional, confirmó a través de una pericia lo que ya había declarado el perito armero y balístico Roberto Nigris. Para el especialista, los disparos que mataron a Nino y Sergio, salieron de escopetas policiales, aunque no se pudieron determinar con precisión las distancias ni exactamente cuáles fueron las armas asesinas, ni quiénes apretaron los gatillos. Declararon este lunes, además, dos mujeres que resultaron heridas y relataron su percepción de lo ocurrido. El juicio sigue este martes.

Luis Alonso, miembro de Gendarmería Nacional, trabajaba al momento de los hechos en la División Científica del Escuadrón 34 de Bariloche. El especialista en balística, con casi veinte años de trayectoria, relató la pericia que tuvo a su cargo, con el objeto de intentar establecer de dónde partieron los plomos que acabaron con la vida de Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco. No lo pudo establecer con precisión, pero su relato coincidió con el del perito armero y balístico Roberto Nigris, siendo a esta altura una evidencia irrefutable, que los disparos salieron de escopetas policiales, aunque seguramente la defensa intentará inducir a la duda sobre la cuestión.

Alonso, integró un equipo técnico interdisciplinario junto a Rodolfo Pregliasco del Instituto Balseiro y Leonardo Sacomanno del Cuerpo Médico Forense, por orden del entonces fiscal de grado Marcos Burgos. Según relató, tuvo bajo su estudio varias escopetas policiales, cartuchos que se secuestraron en distintas comisarías y los proyectiles de plomo que durante la autopsia, fueron extraídos de los cuerpos de los dos jóvenes asesinados.

En ese sentido, destacó que se hicieron diversas pruebas para intentar establecer el comportamiento de las postas de plomo y determinar lo que en la jerga se denomina “rosa de dispersión”, es decir, como se dispersan los perdigones, una vez que el arma fue disparada y las municiones salen del cañón de la escopeta.

En ese sentido explicó que fue imposible determinar la probable distancia entre Sergio Cárdenas y el autor del disparo, en consonancia con lo que había establecido Nigris. También, como aquel perito, estableció que no fue un disparo directo, sino que el proyectil que le ocasionó la muerte había rebotado previamente en otra superficie. Siguiendo con las coincidencias entre los peritos, estimó una distancia aproximada entre el tirador y Nicolás Carrasco, de entre 40 y 60 metros.

Según pudo comprobar con el material probatorio que le entregaron y las declaraciones testimoniales reunidas en el expediente, Sergio Cárdenas estaba apoyado sobre una pared de media altura, mirando hacia la calle Sobral. Mientras que Nicolás Carrasco estaba en el medio de la calle, frente a la vivienda N° 72 del barrio 169 Viviendas.

También remarcó que entre toda la cartuchería de plomo analizada, tanto la secuestrada en las comisarías como los perdigones extraídos de los cadáveres, había una coincidencia concreta: se trataba de los perdigones que se clasifican como “00”.

Otros fragmentos de su relato fueron absolutamente coincidentes con lo manifestado por el perito armero y balístico Roberto Nigris. Por caso, las marcas que quedan en las postas al realizar el disparo con escopetas o con armas de fabricación casera “tumberas” y la velocidad y potencia con que salen los proyectiles de un arma de esas características, en relación a una escopeta. “Hay un 40% de diferencia”, subrayó.

Además, lanzó un par de frases por de más elocuentes: “Las dos postas recuperadas de los cuerpos fueron disparadas por escopetas” y resumió “las postas de plomo que se utilizan en combate, dan cobertura porque son 9 proyectiles los que se disparan”.

“Fue una guerra todo el día, pibes por todos lados lastimados”

Luego del testimonio del agente de la fuerza federal, siguieron los relatos de dos mujeres que sufrieron las consecuencias de la violenta acción desplegada por la policía rionegrina en aquella trágica jornada del 17 de junio de 2010.

Yamila Muena recibió un proyectil de plomo que aún tiene alojado en su brazo derecho y que le provoca intensos dolores bajo determinadas condiciones meteorológicas. Los médicos le indicaron que por la ubicación del proyectil, la tarea de extraerlo podría ser riesgosa para la funcionalidad y movilidad del brazo.

El día de los hechos había concurrido al domicilio de la familia Bonnefoi para brindar su pésame por la muerte de Diego y observó en primera persona cómo los miembros de la policía provincial comenzaron a disparar, sin distinguir entre manifestantes, observadores u ocasionales transeúntes.

Eso la decidió y a partir de entonces se quedó todo el día en el lugar “encerrada” en un perímetro en el que “había policías por todos lados”. “Dábamos vueltas de acá para allá, los vecinos ninguno quería abrirnos la puerta”, relató.

Por la tarde encontró a “Nino” Carrasco, a quien conocía del barrio. Poco después, escuchó gritos que anunciaban que el adolescente había sido herido y entraron a la casa de la familia Gallardo. “Después gritaban que dejen de tirar que había un herido”, explicó y agregó que en la calle había muchas personas: “Había gente que salía a mirar, otros que cerraban los postigos de las ventanas y otros que salían a correr sus autos”.

Patricia Santos, también resultó herida aquella jornada. Un proyectil de plomo le dio en el cuero cabelludo y según le dijeron los médicos que la asistieron en el Hospital Zonal, “tuve un Dios aparte”.

Dijo que cuando se enteró de la muerte de Diego Bonnefoi fue a acompañar a la familia porque el chico era compañero de la escuela de uno de sus hijos. “La policía salía a provocar, uno tiró una piedra y ahí empezó todo”, expresó.

“Fue una guerra todo el día, pibes por todos lados lastimados, ir y venir, ayudar a uno y ayudar a otro”, graficó. Su descripción encaja con la muerte de Sergio Cárdenas, a quien dijo haber ayudado porque estaba todo ensangrentado, quiso hacerle un torniquete. “Cuando lo estaba ayudando corrí hasta la policía y les pedí que no tiren más, pero siguieron tirando y me dieron un perdigón en la cabeza”.

Ya en el Hospital Zonal, reveló que la “Guardia fue terrible, todos lastimados, no se sabía quién estaba peor que otro”. Aseguró, “a mí me quisieron matar”.

En la misma sintonía declaró Alejandra Riquelme, cuñada de Sergio Cárdenas. Dijo que aquel día regresaba de hacer trámites en el centro de la ciudad y llegó al barrio cerca del mediodía. “Había chicos de todas las edades y la  policía tiraba a matar”.

En un momento determinado lo vio a Sergio parado en una caseta de gas o agua, y observó cómo se dio vuelta para empujar a un nene chiquito que había quedado ahí y lo vio caer inmediatamente. “Corrí a avisarle a mi hermana, mientras los policías aparecían de todos lados, tirando balas y gases”. Consultada respecto al armamento que portaban los miembros de la fuerza explicó que vio “escopetas, armas de puño y hasta gomeras”. Cuando fue consultada sobre quién le había disparado a Sergio contestó “No vi quién le disparó, pero era policía”.

Un pibe tranquilo y tímido

El testimonio más breve de la jornada fue el del padre de Sergio Cárdenas. No estuvo en el lugar del hecho y recibió un llamado que le indicaba que su hijo había sido herido y trasladado al Hospital Zonal. Cuando llegó ya había fallecido. “Lo único que pedí es que me dejaran verlo, estaba tirado en una camilla y me quedé con él como una hora”. “Era un pibe tranquilo y tímido”, resumió.

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