HOMICIDIOS DE SERGIO CÁRDENAS Y NICOLÁS CARRASCO

| 18/10/2018

Un video, un manifestante y una guardia desbordada

Un video, un manifestante y una guardia desbordada

La jornada de este jueves en el juicio por los homicidios de Cárdenas y Carrasco y las lesiones de otros tantos vecinos, continuó con relatos diversos.

Más policías, jóvenes involucrados en las protestas, testigos del accionar policial y médicos, siguen escenificando los sucesos de aquella trágica jornada. El juicio sigue hoy por la mañana.

Un hombre que residía en el barrio de la excomisaría 28, donde se produjeron las muertes, dio su testimonio y dijo que aportó un video, en un CD, en el marco de una convocatoria abierta para la presentación de pruebas. Darío Velázquez aclaró que como no sabía bien cómo hacer para descargar el video que grabó en un CD, le encomendó a su esposa la tarea. Fue ella misma quien entregó la grabación en los tribunales locales.

Declaró que se enteró lo ocurrido con el adolescente Diego Bonnefoi a partir de los disturbios que se producían cerca de su vivienda. “Estaba casi todo el barrio”, relató.

“Observé un cruce entre manifestantes y policías. Por un lado, avanzaba la policía y por el otro los pibes del barrio y filmé con mi teléfono celular, cuando los pibes tiraban piedras y los policías avanzaban a los tiros”, narró. En un momento determinado “se escucha un zumbido muy cerca de mí y me asusté”, explicó. “Al segundo cayó un chico ahí, así que dejé de grabar, di la vuelta porque estaba en el patio de mi casa y salí a la vereda. El chico estaba boca arriba y no se movía. Le abrieron la campera para ver qué tenía, creo que era un manifestante”, relató. Segundos después, “lo cargaron en la parte de atrás de un auto y lo llevaron al hospital”.

El relato del sujeto y el video que aportó a la investigación, coincide con la pericia realizada por el miembro de la Unidad Criminalística de Alta Complejidad de la Policía Federal Argentina, Marcelo Delorenzi, que declaró en anteriores jornadas del juicio. El especialista había indicado que observaron el video y que el mismo zumbido que escuchó el testigo quedó registrado en la grabación y ese sonido, era compatible con el uso de cartuchos PG, es decir, con postas de plomo.

De todos modos, la calidad del registro no permitió establecer con certeza en esa pericia si efectivamente el proyectil había sido disparado por la policía, aunque el sentido común así lo indique.

También dio su testimonio Jorge Káiser, entonces jefe del BORA en General Roca. Relató que cerca de las once de la mañana del 17 de junio de 2010 fue convocado por sus superiores a la Unidad Regional Segunda de Policía, con asiento en esa ciudad del Alto Valle y recibió directivas precisas de dirigirse cuanto antes con un grupo de hombres y equipamiento antitumultos a Bariloche. Dijo que tardó en reunir a los miembros de la fuerza y que salió a la ruta en las primeras horas de la tarde, arribando a Bariloche cerca de las 23, tras un “difícil viaje, por nieve en la zona de Collón Cura”. Luego agregó que “en un momento del viaje recuperé señal en el celular y recibí una llamada de Flores (entonces jefe del BORA Bariloche) quien me preguntó a cuánto estábamos y me dijo que estaban sin Parque” (así se denomina a las postas de goma y gases lacrimógenos en la jerga policial).

“Cuando llegamos estaba todo un poco más calmo, apostamos gente nuestra en el lugar y le dimos relevo a los que habían estado todo el día”. Con el correr de las horas, se irían sumando otros grupos de la fuerza especial BORA que provenían de Lamarque y Viedma, con los que ya en horas del mediodía del 18 de junio, desplegaron tareas de contención por el área de la comisaría 28.

Según su percepción y experiencia, faltaba otro grupo más para desplegar la tarea que le encomendaron, aunque explicó que su tarea en los días siguientes al 17, fue exitosa. Consultado sobre el accionar policial el fatídico 17 de junio aclaró “Si se trabaja de forma desorganizada se genera más violencia y más descontrol”.

En la misma línea declaró Alfonso Aravena, jefe de la misma brigada especial de la localidad de Lamarque. Dijo tener confusión respecto a los horarios porque sus traslados a Bariloche a realizar tareas de prevención eran constantes, aunque aclaró que apenas lo convocaron se puso en viaje con un grupo de hombres y llegaron alrededor de las cinco o seis de la madrugada del 18. A su criterio, “Estuvimos bien convocados. Somos convocados cuando algo muy grave supera a la Regional", remarcó.

TRES DÍAS SEGUIDOS BUM, BUM, BUM

“Nos defendíamos con piedras porque ellos nos tiraban tiros”

Lucas Gallardo tenía 17 años al momento de los hechos investigados. Estaba durmiendo en su casa y se despertó muy temprano por los ruidos que se escuchaban: piedras, gritos, tiros. Vivía a media cuadra de la comisaría 28.

En poco tiempo estaba en la calle junto a otros muchos jóvenes del barrio y de otros aledaños que llegaron espontáneamente a manifestar su descontento con la policía por el fusilamiento del chico Diego Bonnefoi, en manos del cabo primero Sergio Colombil, aquella misma madrugada.

“Nos defendíamos con piedras porque ellos nos tiraban tiros, era lo único que teníamos. Éramos muchos, de todos los barrios. Los que yo vi teníamos todos piedras, éramos chicos de 14 o 16 años”, relató al desestimar la pregunta si vio algún manifestante armado.

“Nino era un pibe re tranquilo, nos juntábamos a jugar al fútbol ahí. No tenía problemas con nadie. Lo vi morirse dentro de mi casa”, explicó y agregó: “Él venía como de su casa y justo la policía venía reprimiendo de los cuatro lados. Nos encerraron ahí. Justo nos agachamos a juntar piedras, él quedó delante de mí y ahí recibió los disparos. Dijo que le ardía, ‘me dieron’”.

“Entramos a mi casa y le vimos un huequito nomás, cuando lo llevaron al médico le encontraron más y era más grave. Mi casa estaba llena de gente y necesitábamos una ambulancia”, graficó y profundizó “Se sentó en un balde y al toque cayó, se le estaban yendo los ojos para atrás”.

Dijo que intentó salir de la casa en búsqueda de ayuda pero apenas abrió la puerta vio que la policía estaba justo frente a su vivienda y “Me explotó un escopetazo en la cara. Usted me vio –le dijo al actual fiscal Martín Lozada que aquel día estuvo en la escena como juez de Instrucción- cómo quedé”, haciendo alusión a las heridas que sufrió en el rostro. Finalmente, un vecino aportó el automóvil y trasladaron a Nino al hospital.

“Después tuve que andar escondido porque la policía agarró a mi hermano y le dijo que me iban a matar. Me fui a Concordia, Entre Ríos. El fiscal Burgos me pagó los pasajes, me dijo ‘no podemos hacer nada, te tenés que ir’ y me fui”. Reveló también que su casa fue blanco de disparos “todo el día, a la casa, a las puertas y ventanas. Todo. Están las marcas todavía”. Relató además que “todos estábamos lastimados. Fueron tres días seguidos bum bum bum, no hubo uno que no estuviera con las balas encima”.

NINO SABÍA QUE ESTABA MURIENDO

“Tenía conciencia de muerte inminente”

El chico llegó gravemente herido al hospital zonal trasladado en un auto particular. No resistió con vida producto de las severas lesiones que sufrió y era consciente de que estaba muriendo. Así lo reveló una de las doctoras que lo atendió en el nosocomio.

La doctora Natalia Kerz trabajaba en el hospital zonal de Bariloche y aquel 17 de junio de 2010 le tocaba ingresar a la guardia a las 16 horas. Supo lo que ocurría en el Alto de la ciudad y contó “imaginábamos que iba a ser una guardia especial y lo fue”, durante la jornada asistió a una veintena de heridos.

“Apenas tomamos la guardia recibimos un pedido de ambulancia por una persona herida y salimos de inmediato”, detalló. “Había un enfrentamiento entre manifestantes y policías”. No llegaron a buscar a la persona herida porque ya había sido trasladada en automóvil hasta el nosocomio y relató que en el lugar de los hechos, una piedra que era dirigida al personal policial, impactó de lleno en el parabrisas de la ambulancia, por lo que decidieron regresar inmediatamente al hospital.
Kerz, asistió a Nicolás Carrasco en la guardia. “Era un herido grave, estaba lúcido y podía hablar. Traté de tranquilizarlo diciéndole que iba a ser atendido e iba a ir a quirófano, estaba excitado”, confió.

Cuando profundizaron las preguntas al respecto agregó “Estaba asustado, no entraba bien el aire a los pulmones por lo que pusimos oxígeno y fue a quirófano”. Su relato captó plenamente la atención de los presentes y provocó lágrimas de profundo dolor en los familiares del adolescente que estaban en la sala. “Tenía la conciencia de muerte inminente” reveló la doctora y explicó “Él entendía que lo que le estaba pasando era grave y decía ‘me muero’”. Más tarde supo que entró en un paro cardiorrespiratorio dentro del quirófano y no lo pudieron salvar.

VÍCTOR PARODI, EXDIRECTOR DEL HOSPITAL ZONAL

“Vamos a guardar algunos plomos”

El exdirector del hospital zonal, Víctor Parodi, también estuvo en la guardia del nosocomio aquella funesta jornada. “Teníamos alguna información de lo que estaba pasando porque el personal del CAAT del barrio Arrayanes estaba pidiendo autorización para cerrar antes y retirarse del lugar ante el conflicto”, expresó.

Recordó que ingresó un paciente herido de arma de fuego, en estado de shock. Con alguna diferencia en el relato de su colega en cuanto a los tiempos en que ocurría los sucesos, Parodi también se estaba refiriendo al adolescente Nicolás Carrasco.

Cuando regresó al centro asistencial con la ambulancia que había ido a buscar un herido que no encontró, explicó: “Nos tiraron en una camilla a otro chico, literalmente”. Al respecto, graficó, “ingresó sin vida, después nos enteramos que era Sergio Cárdenas, ni tenía ninguna condición para intentar reanimarlo”. Dijo que tuvo la mala costumbre de revisarlo y observó que tenía una herida en la espalda. “Fue la única que vi”, aseguró.

Parodi afirmó que en el contexto general se “atendieron un montón de personas heridas” y aunque no recordó con precisión, en función de una anterior declaración suya puede desprenderse que asistió a unas dieciocho personas. “Sacando los dos casos más graves, se trataba de distintas lesiones en distintas partes del cuerpo con postas de goma y de plomo”, detalló y reveló que si los proyectiles estaban sobre la superficie corporal los retiraban, en tanto que si las heridas no revestían gravedad y la extracción de los proyectiles demandaba mucho trabajo, no los retiraban. Ordenaban los cuidados generales para las heridas y se derivaban a los pacientes para que con mayor tranquilidad, los proyectiles puedan ser extraídos en otra ocasión. De ese modo, podían seguir atendiendo la situación caótica y de crisis que se generó con el arribo de tantos heridos.

Sobre ese punto explicó que las postas de plomo eran observadas claramente en las placas radiográficas realizadas. “Por la situación y viendo las circunstancias dije ‘vamos a guardar algunos plomos’”, explicó y agregó que los lavó y guardó en un frasquito o ampolla de medicamento vacío.

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