14/10/2018

Turismo: ¿industria sin chimeneas?

Todavía hay gente que cree en una sentencia que no tiene actualidad: la que piensa al turismo como una industria sin chimeneas... Pues bien, lamentamos aportar a la desilusión, pero la actividad económica que predomina en Bariloche es muy contaminante, a tal punto que contribuye y no de manera menor, a la contaminación atmosférica a través de los gases de efecto invernadero (GEI).

El turismo aportaría el 5 por ciento de las emisiones totales de dióxido de carbono, el principal GEI. Ese porcentaje se redondea si solo se contabilizan el transporte, la hotelería y los servicios. Por su parte, el dióxido de carbono encabeza la tabla de los GEI porque equivale al 60 por ciento del efecto invernadero que genera la actividad económica. Pero, además, hay que considerar que la industria turística produce otras emisiones importantes, a través de la liberación de óxidos de nitrógeno, sobre todo a través del impacto del transporte aéreo.

Aproximadamente, las emisiones que generan los aviones en vuelo, equivalen a más de dos veces las que producen en tierra al momento de despegar. Como resultado, el nivel real de impacto climático del sector turístico internacional podría alcanzar hasta el 14 por ciento, según afirma cuantiosa bibliografía. De todas maneras, el cálculo es conservador, porque no contabiliza a la energía que se aplica a la construcción de hoteles, aeropuertos, puertos, autopistas y rutas de uso turístico.

Por otro lado, tampoco tiene en cuenta al transporte de materiales y alimentos que se hace desde los países más ricos hacia los establecimientos exclusivos que a través de cadenas, se diseminan en todo el planeta. Quienes vivimos en zonas que todavía son boscosas, deberíamos exigir que se considerara en el cálculo de emisiones de los GEI, de qué manera se contribuye al calentamiento global cada ciprés que se voltea, cada terreno que se “limpia” y cada renoval que se aplasta, toda vez que se abren calles o se levantan mega-hoteles de sofisticación edilicia pero poca amabilidad con la vida.

Cuando se apunta que buena parte de las emanaciones de GEI que suma la actividad turística tienen que ver con el transporte, en realidad hay problemas en la definición porque existen dificultades para establecer cuánto entra en la factura energética turística. En general, los estudiosos concluyen que la energía total que se requiere para sostener a las sociedades con gran presencia de la actividad turística, deparan muchas sorpresas. Desagradables...

Buena parte de las emisiones de GEI tienen como origen el transporte, al generar nada menos que el 75 por ciento del costo climático del sector. Como subsector clave aparece la aviación, la cual es responsable del 54 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono del transporte turístico. Pero vaya hallazgo, solo el 38 por ciento de esas emisiones, es decir, las causadas por la aviación en destinos domésticos, se incluyó en la contabilidad climática del viejo Protocolo de Kyoto.

A raíz de la intensificación que experimentó en las últimas décadas, hay que llamar la atención sobre el auge del transporte marítimo a través de cruceros, auténticas ciudades flotantes capaces de garantizar el disfrute de hasta 5.000 personas en forma simultánea. Curiosamente, tampoco aparecían menciones en el Protocolo de Kyoto, aunque su importancia ya era notable en áreas como el Caribe y el Mediterráneo.

A escala global, el medio millón de viajeros que navegaba en cruceros durante los 70, se convirtió en cerca de 13 millones en la década pasada. En estos casos, el consumo de combustibles fósiles, normalmente fuel de la peor calidad, equivale a los GEI que generarían unos 12 mil coches. A medida que se lee y se aprende sobre el tema, se advierte que el turismo y en especial el impacto del transporte aéreo internacional, constituyen los grandes “olvidados” en las discusiones internacionales sobre cambio climático.

Esta negligencia tuvo un efecto catalizador en el incremento global de los GEI. Su sostenido crecimiento amenazará con anular a mediano plazo los avances vitales que se puedan registrar en otros ámbitos. Tampoco se debe soslayar la tendencia a la “externalización” de los costos a través del “mercado del carbono”. Esta metodología se apoya en formas de explotación intensiva del sur más pobre, por ejemplo, a través de los monocultivos forestales que ya conocemos en la Argentina y, sobre todo, del lado chileno.

Aún no se fijan objetivos concretos, relevantes y normativos para la reducción de GEI por parte de la industria turística internacional. Tema que en Bariloche, ni siquiera se debate. Más bien al contrario: se celebra la multiplicación de los vuelos gracias a la proliferación de aerolíneas de bajo costo. Lejos de no contaminar, el turismo internacional es una de las primeras economías industriales del mundo.

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