Aprendiendo a motivar con responsabilidad

La motivación suele estar asociada a la presión. Por eso, cuando un líder o un padre anima a su liderado o a su hijo y le dice: “¡Lo vas a lograr!”, siempre debería entregarle el mensaje de modo que resulte altamente motivador.

De eso se trata precisamente el motivar a otros con responsabilidad.

Esta forma de motivación también incluye el establecer límites. Los límites son necesarios y tiene que ser muy claros porque, de ese modo, la persona se siente segura. Esto aplica a niños pequeños, a adolescentes y también a adultos. Resulta tranquilizador saber con claridad qué podemos y qué no podemos hacer, independientemente de nuestra edad. Si mi hijo me pregunta: “¿Puedo comer caramelos?” y le respondo: “Te los podés comer todos”, o “nunca los vas a probar”, allí no hay motivación. En cambio, si le digo: “Podés comer solamente dos”, le estoy marcando un límite específico y, por lo tanto, motivándolo.

En muchos lugares de trabajo, suele generarse una atmósfera negativa y la gente que allí desempeña su tarea está desmotivada porque los seres humanos necesitamos saber con qué contamos y qué nos está permitido hacer o no. Un límite poco claro o corrido hace que surjan roces entre las personas, sea el lugar que sea. Comparto a continuación algunas ideas sobre cómo motivar responsablemente a otros:

A los miembros de un equipo de trabajo

Buscar un puente entre el sueño de quien motiva y el sueño de los miembros del grupo hace que sean motivados a alcanzarlo. Un deportista con talento que se cotiza en millones, cuando pertenece a un equipo triunfador, vale aún mucho más. El secreto del éxito es combinar ambas motivaciones, la individual y la grupal.

A los empleados

La mejor forma de motivar a un empleado es colocarlo en la posición adecuada para él o ella. Hacer lo que mejor nos sale siempre nos motiva.

A los propios hijos

Aquí se requiere del ejemplo de los padres o cuidadores. De chicos, aprendemos mirando lo que los adultos hacen y de lo que percibimos en nuestro entorno. Un papá o una mamá ordenado/a, no necesitará decirle a su hijo que también lo sea. Lo mismo sucede cuando los padres tienen hábitos positivos como leer, comer sano o ejercitarse. Con el ejemplo de ellos, los hijos son motivados de manera natural. Es lo que se conoce como “contagio motivacional”. Todos precisamos seguridad a lo largo de nuestra vida pero los niños pequeños especialmente están pendientes de los grandes y observan sus reacciones, las cuales deben brindarles seguridad. Un “¡muy bien!”, o un “bien hecho” siempre son creadores de auto confianza.

A la pareja

Cuando existe un equilibrio en una relación de a dos, la motivación se da mutuamente. Es decir, que los dos se retroalimentan. Él la motiva a ella y ella lo motiva a él de igual forma. Si esto no ocurre, uno solo acaba recargando al otro permanentemente y, con el tiempo, puede acumular rencor. El motivador en este caso en la pareja es un llanero solitario que siempre tiene la iniciativa, una especie de tractor que empuja a la otra parte a trabajar, estudiar, salir o lo que fuese. Tarde o temprano esta persona se cansará y puede terminar desmotivada.

Igual de importante que motivar a otros es motivarnos a nosotros mismos. Todos, sin excepción, necesitamos dos tipos de motivación: la externa que viene de otros y la interna o automotivación. ¿Sos de motivarte a vos mismo? Cuando lo hacemos regularmente, nos resulta más fácil motivar e inspirar a los demás. La motivación de otra persona, como una palabra de aliento o un abrazo, es buena pero la motivación que uno mismo se provee es aún más poderosa.

Cuando desarrollamos el hábito de la automotivación dejamos de buscar que alguien nos ayude, nos dé, nos aconseje, nos aliente, nos felicite, etc. Esto podemos lograrlo usando nuestra propia imaginación y conectando con eso que amamos y nos apasiona. Quien descubre para qué nació y por qué está en esta tierra vive permanentemente motivado y es un gran motivador de otras personas.

Si tenés alguna consulta, podés escribirme a [email protected].