01/08/2018

Las penas son de nosotros, las vaquitas contaminan

El consumo de carne vacuna es símbolo de la gastronomía argentina. En términos de industria, después de años de contracción, la producción y las exportaciones retomaron la senda del crecimiento, al igual que el debate sobre el impacto que genera la actividad en el medio ambiente. El asunto no es solo de interés para grupos ecologistas y el ámbito de la producción, sino para la sociedad toda.

Ya en 1992, durante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, se estableció que la ganadería como actividad económica es fuertemente emisora de gases de efecto invernadero (GEI), en particular, metano y óxido nitroso. En la Argentina, el asunto no se tomó en serio durante mucho tiempo pero con los años, se conformó un grupo de investigación en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

Como conclusiones, los investigadores establecieron que la intensificación de los procesos de producción a través de los “feedlots” o corrales de engorde, mejoró los rendimientos. En consecuencia, esas metodologías contribuyeron a reducir la emisión sectorial de GEI pero como contrapartida, profundizaron la contaminación de los suelos y las aguas subterráneas. Por su parte, el último Inventario Nacional de GEI que la Argentina presentó en 2017 ante la

Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CNMUCC), señala que la actividad agropecuaria, entre ellas la deforestación, genera el 39 por ciento del total de las emisiones.

Al desglosar los datos y mirar un tanto más allá de la superficie, surgen datos insospechados y significativos: como parte de aquel sector, la ganadería es la que más emisiones aporta, inclusive por encima del transporte. Su contribución representa algo más de 76 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono (CO2) equivalentes, casi el 20 por ciento del total.

Hay cosas que tenemos que aprender casi por la fuerza de los acontecimientos: se denomina “fermentación entérica” al metano que el ganado vacuno libera a la atmósfera como resultado de su proceso normal de digestión… Ese proceso, es el principal rubro en la composición de la contaminación. Las proporciones que mencionábamos más arriba, no tienen por qué sorprender, si se tiene en cuenta que en la Argentina, la actividad agropecuaria es la central. Al mismo tiempo, evidencia qué tan complejo se presenta el objetivo de reducir las emisiones contaminantes.

Para algunos especialistas, resulta clave mejorar la productividad de andamiaje ganadero. Seguimos aprendiendo: el índice de destete refleja la proporción de vacas que produce el ideal de un ternero por año listo para su engorde… En la Argentina, tal índice es del 60 por ciento cuando en Estados Unidos es del 85 por ciento. En consecuencia, mejorar la performance implicaría producir más carne con las mismas emisiones.

La Argentina llegó a ser el mayor exportador mundial de carne vacuna a comienzos del siglo XX. Sin embargo, la ganadería no incorporó en las últimas décadas el mismo grado de innovaciones tecnológicas que la agricultura. A través del modelo en base a la soja, la ganadería perdió espacio -literalmente- y en ese contexto, proliferó la metodología de los corrales de engorde al aire libre y su desplazamiento hacia áreas antes marginales.

En efecto, la incorporación de tecnología y variedad fue sustantiva en la agricultura, que además se extendió por las mejores tierras. En cambio, en la ganadería los procesos fueron más lentos e inclusive, hubo épocas de retroceso. Cuando en el primer período kirchnerista se prohibió temporalmente la exportación para incidir en los precios internos, el “campo” respondió con una merma considerable en la producción.

Como resultado, se redujo el stock ganadero en 10 millones de cabezas y países vecinos como Uruguay y Paraguay, ganaron espacios en el mercado internacional a costa de la Argentina. También como consecuencia del proceso, en los dos últimos años Brasil se convirtió en el primer exportador de carne de vaca, además de avícola.

En la actualidad, es el sector de la carne uno de los pocos en los que el gobierno puede mostrar números favorables: en los primeros cinco meses de 2018 las exportaciones implicaron 60 por ciento más que para idéntico período de 2017: 121.277 toneladas versus 75.934. Proyecciones que se dieron a conocer dos semanas atrás indican que al finalizar el año en curso, las exportaciones rondarían las 435 mil toneladas de carne vacuna, por encima de Uruguay y Paraguay por primera vez en varios años, aunque todavía muy lejos de Brasil.

Para continuar con la tendencia en el largo plazo, la producción ganadera deberá tornarse ambientalmente sustentable y también responsable socialmente, porque es posible que en el futuro se establezcan restricciones de carácter ambiental que la afecten comercialmente. Córdoba es la única provincia donde se reguló la disposición de residuos pecuarios. Hay que superar ese déficit.

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