06/06/2018

¿En tiempos del post-periodismo?

Difícilmente Tom Wolfe supiera que el 7 de junio, en la Argentina se conmemora el Día del Periodista. El estadounidense dejó de existir el 15 de mayo último y si bien debió estar al tanto de las traducciones al castellano de algunas de sus obras, raro que reparara en que varios de los que atestamos redacciones desde los 80, nos inspiramos en sus descripciones del Nuevo Periodismo. Tampoco sabemos si antes de que acuñara el concepto supo de Rodolfo Walsh y su “Operación Masacre”, la contribución argentina más contundente a la tendencia.

“Dudo de que muchos de los ases que ensalzaré en este trabajo se hayan acercado al periodismo con la más mínima intención de crear un ‘nuevo’ periodismo, un periodismo ‘mejor’, o una variedad ligeramente evolucionada. Sé que jamás soñaron en que nada de lo que iban a escribir para diarios o revistas fuese a causar tales estragos en el mundo literario… A provocar un pánico, a destronar a la novela como número uno de los géneros literarios, a dotar a la literatura norteamericana de su primera orientación nueva en medio siglo… Sin embargo, esto es lo que ocurrió”.

Así comienza el prólogo que escribió para la antología de crónicas que agrupó bajo el título “El nuevo periodismo”. Si bien por entonces se escribía con las viejas “dientudas”, puede decirse que aquellas fueron las mejores plumas de una generación de periodistas, la mayoría de ellos ignotos por estas playas, salvo Norman Mailer y el propio Wolfe. ¿En qué consistió la novedad? En combinar las materias primas del periodismo con recursos de la literatura.
Transcurrían los 60 y había cambios a la vista. De la mano del rock progresivo, la Generación Beat, las posturas contrarias a la guerra de Vietnam y el triunfo de la revolución cubana, se avecinaba la contracultura, tanto en Estados Unidos como en Europa. En ese contexto, los medios de comunicación fueron identificados como reductos del tradicionalismo y de valores que las nuevas generaciones no se interesaban por reproducir.

En los últimos tiempos y con énfasis en la Argentina, los y las periodistas –en términos generales- se corrieron de su función para creerse protagonistas. Para Wolfe, se trataba de ser testigo y contar aquello que veía: el hippismo, los movimientos revolucionarios de los 60 y 70, los yuppies de los 80… Dicen sus biógrafos que en su vida personal fue más bien conservador: los riesgos los asumía en su escritura.

Medio siglo atrás, el hallazgo de Wolfe consistió en advertir que las herramientas de la literatura podían renovar el férreo estilo periodístico, por entonces muy encorsetado en la estructura de la pirámide invertida y las respuestas a las cinco preguntas claves para el primer párrafo: qué, quién o quiénes, dónde, cuándo y por qué. De aquellas crónicas, surgieron varios libros que hicieron historia y fueron éxitos editoriales.

Estadounidense, Wolfe ubicó en 1962 el nacimiento del Nuevo Periodismo. Ese año, Gay Talese publicó una nota en “Esquire” que comenzaba con técnicas literarias: diálogos, monólogos interiores y descripciones de detalles. Un poco en broma, pero también en serio, el ideólogo de la corriente adjudicó a Jimmy Breslin “un descubrimiento revolucionario: (…) era realmente factible que un columnista abandonara el edificio, saliese al exterior y recogiera su material a pie con su propio y genuino esfuerzo personal”. Esa crítica socarrona tiene demasiada vigencia en 2018…

De una columna suya que apareció poco tiempo más tarde que la de Breslin, Wolfe opinó: “lo que me interesó no fue solo el descubrimiento de que era posible escribir artículos muy fieles a la realidad empleando técnicas habitualmente propias de la novela y el cuento. Era eso… Y más. Era el descubrimiento de que en un artículo, en periodismo, se podía recurrir a cualquier artificio literario, desde los tradicionales dialogismos del ensayo hasta el monólogo interior y emplear muchos géneros diferentes simultáneamente, o dentro de un espacio relativamente breve, para provocar al lector de forma a la vez intelectual y emotiva”.

Hoy se celebra el Día del Periodista en la Argentina por aquello de la “Gaceta de Buenos Aires” y Mariano Moreno. Seguramente, Wolfe no supo del secretario de la Junta y de la necesidad que tuvieron sus compañeros de contar con un medio propio que divulgara las ideas de la Revolución, frente a los partidarios del absolutismo. En cambio, sí alcanzó a presenciar la subordinación casi absoluta de los grandes medios de comunicación ante las corporaciones de toda índole y el eclipse que las redes sociales plantean sobre los formatos que predominaron hasta mediados de los 90. En tiempos que la fidelidad a la realidad no parece central en el ejercicio de la profesión, ¿podría hablarse de post-periodismo? Nuevos descubrimientos hacen falta.

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