05/06/2018

Dejar de sufrir inútilmente 

Dejar de sufrir inútilmente 

El dolor y el sufrimiento son parte de la vida. Pero todo dolor o problema frente al cual no hacemos nada se trasforma en un dolor inútil. Aun sin darnos cuenta, la gran mayoría de los dolores que tenemos son inútiles.

Cuando, por ejemplo, nos enfermamos y no hacemos nada al respecto, con esa actitud solo estamos estirando el sufrimiento. Y estirar una situación negativa no sirve en absoluto. Cuando tenemos un conflicto con alguien y, para resolverlo, necesitamos hablar con la otra persona, pero dejamos que pase el tiempo y no accionamos, todo ese tiempo que pasa es inútil. Lo mismo cuando tenemos que perdonar a quien nos ha lastimado y no lo hacemos porque decimos: “¡Pero mirá lo que me hizo!”. Todo dolor o malestar que no se enfrenta se trasforma en un dolor inútil.

¿Por qué no hacemos nada frente a ciertos dolores?

Porque nos ponemos en la posición de víctima. Cuando yo no hago nada frente a un problema o una crisis y solo dejo pasar el tiempo analizando lo sucedido, estoy parado en la posición de víctima. Esto significa verme como indefenso, castigado, dolorido, impotente, ingenuo, temeroso. Es decir, que es una situación donde ahora tengo el problema que tenía antes más el problema de sufrir inútilmente.

La persona que se victimiza, en general, vivió en un ambiente agresivo. Puede ser debido a una enfermedad, un problema familiar o maltrato físico y/o verbal. Y ese ambiente agresivo hizo que reprimiera ira y resentimiento y se percibiera como una víctima: “Yo no puedo hacer nada ahora”. Tiempo después expresará esas emociones de manera pasiva, siendo irónico, por ejemplo, en algunos casos.

Sin embargo, lo peor que le ocurre a la víctima es que se castiga a sí misma. Como tiene un gran enojo guardado en su interior, su propia conciencia la cuestiona todo el tiempo: “Qué mal que estuve… ¿cómo hice esto?... ¿por qué hablé?”. La víctima transfiere su “conciencia tiránica”, producto de su bronca, en el otro. Entonces dice cosas tales como: “¿Por qué me mirás así?... vos me estás condenando… vos vivís exigiéndome… vos me querés arruinar la vida”. Es decir, que ve al otro como “el/la malo/a”. ¿Por qué se pone al otro en el lugar de malo? Por las emociones negativas que quedan congeladas y nos impulsan a castigarnos o castigar a los demás.

La persona que se victimiza además idealiza el problema o a la persona que la lastimó. Y cuando uno idealiza a quien le causó una herida, lo considera todopoderoso. Entonces se siente ofendido. Todos cumplimos varios roles: pareja, papá, mamá, jefe, empleado, etc. Ahora, si alguien maltrata a sus hijos, normalmente irá a su lugar de trabajo y se sentirá mal. O si alguien que es jefe maltrata a un empleado, llegará a su casa y se sentirá mal.

Esto es así porque todas las habitaciones de nuestra vida están conectadas. Si uno se comporta mal en un área, casi siempre repercutirá en las otras. Pero también puede ocurrir que un hombre trate mal a su mujer y sea un exitoso empresario al que todo el mundo aprecia. ¿Por qué no le afecta lo que ocurre en su casa? Porque se disoció del área donde hace las cosas mal. Aquel que hace mucho daño rompe la conexión entre las diferentes áreas de su vida.

Muchas veces nos topamos en la vida con este tipo de gente y la terminamos idealizando como poderosa. ¿Por qué? Porque estamos parados en la posición de víctima, de “yo soy indefenso y me tienen que cuidar”. Pero haciéndonos conscientes de ello, y si es necesario con ayuda profesional adecuada, siempre podemos abandonar esta actitud, dejar de sufrir inútilmente y empoderarnos como los seres maravillosos, únicos e irrepetibles que somos.

Si tenés alguna consulta, podés escribirme a [email protected].

Te puede interesar
Ultimas noticias