27/05/2018

EMOCIONES ENCONTRADAS: Educación rural

EMOCIONES ENCONTRADAS: Educación rural

Las maestras y maestros rurales suelen tener que lidiar con cuestiones que, en las escuelas de las ciudades, no suceden; una de ellas es la de los modismos del lenguaje, muchos llevados a la escritura, lo cual causa a los docentes dolores de cabeza. “Dentré”, “Lo juimo”, “salimos pa´juera”, “dentramo pa´dentro”… son sólo algunos de los ejemplos. Otro, que nos ocupa en esta oportunidad, es el de cambiar la “D” por la “G”: yo me llamo “Isigro” (en lugar de Isidro).

Un conocido, de nombre Miguel, contaba lo sucedido en su casa en el campo, en la zona de Gualjaina, Chubut. Vivían todos juntos, abuelos, padres e hijos. Algunos de los niños estaban estudiando en la escuela hogar, distante a unas cuantas leguas de allí, por lo que regresaban a “las casas” en las vacaciones de invierno y en los veranos. Justamente, un diciembre, con los estudiantes ya llegados por el receso de fin de año, se encontraban todos los chicos jugando en el patio de la casa mientras los adultos andaban con sus quehaceres. De pronto, entró una de las niñas de la familia, que cursaba el cuarto grado en la escuela, asustada, disparando de uno de sus hermanos. Lo acusó ante la abuela: “Abuela, el Miguel me quiere tirar una piedra”. La abuela, la amenazó con el repasador que llevaba en sus manos y la reprendió: “hable bien m´ija, diga piegra”.

Otro caso, relatado por una maestra, sucedió en una escuela de nuestra Línea Sur. Aquella “seño” había iniciado una denodada lucha contra el mal uso del idioma por parte de sus alumnos. Escuchó a uno de los niños que dijo “lo mesmo” en vez de “lo mismo” y lo llamó al escritorio. Luego de marcarle la diferencia y hacérselo pronunciar correctamente, le escribió la palabra en el primer renglón del cuaderno y le pidió que complete de ambos lados la hoja con “lo mismo”. Con cierto desgano, el niño se retiró a su asiento para cumplir la tarea. Al cabo de unos minutos, estuvo nuevamente frente a su maestra y le entregó el cuaderno. Ella miró la hoja, en la que había escrito correctamente la palabra, pero al dar vuelta la página comprobó que esta estaba vacía. “¿Por qué no completaste de este lado?”, interrogó al niño, mostrándole la hoja vacía. El alumno se encogió de hombros y le respondió: “¡Pa´que, si e´lo mesmo!”.

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