07/04/2018

Los problemas, más allá  del papelito de Caputo

Con la torpe complicidad de una diputada de la oposición, el oficialismo logró que las explicaciones que brindara el ministro de Finanzas sobre los niveles de la deuda pública en la Argentina pasaran a un segundo plano.

Desde ya, para lograr el cometido, el gobierno contó con el aporte inestimable de los grandes medios de comunicación que, en su afán de buscar rating o lectores, no reparan en frivolizar situaciones que merecen tratamientos más serios.

Sin que los diputados se molestaran demasiado, Luis Caputo expuso que la relación entre la deuda pública nacional y el PBI es del orden del 30 por ciento. Para miradas más atentas que la media, la proporción no pasó desapercibida porque de las estimaciones que circulan en los “mercados” en los últimos años es, por lejos, la más baja. El dato es inverosímil si se tiene en cuenta el alto nivel de déficit fiscal que evidencia la Argentina.

Para ahondar las sospechas, el ministro no dio detalles y hay que decir que, durante la interpelación, faltaron preguntas incisivas al respecto. La cuestión es que si la ratio entre PBI y deuda estuviera en el 30 por ciento, se situaría entre las más bajas del planeta y, en consecuencia, los inadvertidos tenderían a pensar que “está todo bien” en materia de endeudamiento. Pero hay malas noticias: no es tan así.

La historia reciente de la Argentina demuestra que las crisis más significativas no coincidieron con relaciones entre deuda pública y PBI relativamente altas. Nunca llegó a niveles cercanos al 80 por ciento y, sin embargo, los cristales se hicieron añicos en más de una oportunidad. Siempre que la sangre llegó al río, el hecho tuvo que ver con la imposibilidad material de renovar el endeudamiento. Entonces, el 30 por ciento del ministro poco explica.

Países como Italia, Bélgica, Japón o Estados Unidos poseen niveles de deuda pública en relación al PBI cercanos o incluso superiores al 100 por ciento. Sin embargo, nunca en tiempos recientes pasaron por situaciones similares a la crisis nuestra de 2001. Los entendidos dicen que es más inestable la situación argentina con su ratio baja que la de aquellos países, porque un potencial acreedor no sólo considera la variable que abordamos, sino también otras de índole política y también económica.

Más allá de estas disquisiciones, el porcentaje que admitió Caputo no consideró la deuda que tomó el Banco Central de la República Argentina (BCRA) que, en sí misma, representa el 12 por ciento del PBI. Tampoco contabilizó la que asumieron las provincias y otros organismos públicos. Asimismo, soslayó la periódica toma de créditos que otorgan a la administración central el Banco Nación u otros públicos para que cierren las cuentas. Incluso sin las deudas provinciales, la verdadera relación entre deuda pública y PBI supera el 45 por ciento, según análisis más rigurosos.

Por sobre esa diferencia entre una y otra magnitud, importa el ritmo al cual crece la deuda. Historiadores económicos aseveran que es difícil encontrar, en la historia argentina, otro período en el cual su crecimiento fuera tan vertiginoso. El ministro admitió que esa velocidad se explica por los exorbitantes niveles del déficit fiscal, que entre el Tesoro Nacional y el BCRA, supera el 9 por ciento del PBI.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que mientras, en la Argentina, el PBI se expresa en pesos, la mayoría del endeudamiento se contrajo en dólares. La divergencia genera que siempre que se registren atrasos cambiarios, se tienda a creer que los niveles de deuda son bajos. Pero si se admite que el retraso en la cotización del dólar respecto de la inflación oscila en el 30 por ciento, en forma simultánea, se podrá concluir que la relación que dio a conocer el ministro Caputo treparía al 50 por ciento.

Por último, pero no menos importante, más trascendente que considerar la relación deuda/PBI es tener en cuenta los vencimientos. Toda la deuda de la entidad que comanda Federico Sturzenegger vence en plazos inferiores al año, mientras que buena parte del resto concentra sus vencimientos en plazos que van de los meses a tres años. Si se produjera cualquier suba abrupta de las tasas de interés en el ámbito internacional, la Argentina sufrirá más que cualquier otro país que tenga sus endeudamientos pactados a plazos más largos.

El sofisma de Cambiemos no es nuevo. El gobierno anterior también se ufanó de mostrar una relación deuda pública/PBI relativamente baja, mientras disimulaba la persistencia del déficit consolidado, es decir, el que arrojan el Tesoro y los intereses de la deuda, tanto de la administración central como del BCRA. Pocas veces la reacción de una opositora fue tan funcional a los intereses de un gobierno.

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