04/04/2018

Gran primera muestra de Tonny Romano

Gran primera muestra de Tonny Romano
El fotógrafo y una de sus obras de tratamiento especial.
El fotógrafo y una de sus obras de tratamiento especial.

El expositor se define como “fotógrafo urbano” y en honor al rótulo, dirige el objetivo hacia rincones que le permitan expresarse a partir de un lenguaje propio. Ruda belleza que generalmente, se pasa por alto.

Ya que se trata de fotografías, dos instantáneas de la inauguración… La primera, tres mujeres discuten a qué rincón de Bariloche corresponde la imagen: una intersección de calles vacías y húmedas, escena nocturna casi hostil, suave declive. Es un cruce céntrico y habitualmente muy concurrido pero el encuadre y el momento del clic le restaron identidad. O mejor dicho, le sumaron hasta tornarlo casi desconocido… La segunda, dos sillas de ruedas descansan sobre una pared descascarada. Poca luz y atmósfera de abandono. Pero el título que eligió el autor para su trabajo, poetiza el dolor, la angustia y quizá también, la esperanza.

Hasta fines de mayo estará a disposición del público “Miradas indiscretas”, la muestra que Tonny Romano colgó en la galería del Hotel Inacayal, con una presentación tan minuciosa que desmiente la inexperiencia del expositor, ya que se trata de la primera en su trayectoria. “Lo que quise hacer es mostrar esos rinconcitos que en general no tenemos tiempo en lo cotidiano de ir prestándoles atención. Por eso hay fotos de algunos lugares que son un poco más feos o menos agradables, pero que también están y son nuestros”.

Las miradas de Romano se detienen donde las demás pasan de largo: recovecos del Hospital Zonal Bariloche, el Vertedero Municipal, construcciones derruidas, ángulos poco convencionales sobre lugares masivos. “Así como los grandes paisajes naturales, también tenemos los grandes paisajes que van dejando las personas en el transcurrir de la vida cotidiana, como las instituciones que se abandonan… Aunque hay de todo un poco”, señaló. En general, los cuerpos humanos están casi vaporosos. “La idea era trabajar con velocidades muy lentas de obturación para que la gente se viera permanentemente en movimiento y los edificios quietos. Esa fue la idea que me movilizó”.

Esa búsqueda descansa sobre un fundamento. “Es un contraste entre lo efímero que es la persona dentro del planeta y lo que queda. Muchas veces, no nos damos cuenta de que estamos pasando, nada más... Con el advenimiento de tanta tecnología digital, es como que hay mucha fotografía nítida y estática. Entonces, quise volver a lo que pasaba cuando teníamos cámaras analógicas, cuando había que laburar mucho el tema de la velocidad y todo eso. Dije: vamos a volver a velocidades lentas para rescatar y redescubrir esas ideas originales de los grandes maestros de la fotografía urbana, en donde la gente, los animales y todo lo que tenía movimiento se veía más bien movido. A veces no tanto como muestro yo. Otras, mucho más”.

De 17 a 18

En el conjunto de la muestra, el “Ramón Carrillo” es protagonista. “Fui usuario del hospital durante muchísimos años y estoy muy agradecido”, justificó el fotógrafo. “Tendría que tener un espacio privilegiado dentro de la sociedad local porque se salvan muchísimas vidas y se hace muchísimo esfuerzo, a veces con nada. Muchas veces con nada… Creo que es un lugar donde no solamente las personas que van de visita pueden contar las historias de sus familiares o vidas, el hospital en sí mismo tiene historias para contar. Por eso hay una serie con títulos que ayudan a entrar a las 5 y salir a las 6, con una pequeña recorrida. Me costó conseguir permiso para entrar fuera de horario porque la Seguridad ve una cámara y tiene algunos temores. Tuve que explicar que eran para un trabajo que pondera al hospital, reconstruir sus paredes y demás”, historió.

Es en esa serie donde el cronista advirtió un devenir poético. “Es más de lo que estoy acostumbrado que me digan (risas). Por lo general, me dicen: ¿eso fotografiaste? El hospital tiene muchísima poesía, pero estamos muy acostumbrados a las etiquetas. Eso es lindo, esto es feo, es malo, es bueno… Para mí, esto es. Miradas indiscretas trata de traer a la luz un montón de cosas que son nuestras, de la sociedad y de la ciudad, que a veces pasan desapercibidas o quedan tapadas. No porque los ciudadanos seamos malos, sino porque no tenemos tiempo para prestar atención. Lo que tiene el fotógrafo urbano es justamente tiempo y si no lo tiene, se lo fabrica para hacer este tipo de laburos y después, convocar a un montón de gente para que se tome 10 minutos y pueda ver esas fotos que no puede ver en la vida real. Son pequeños fragmentos”, describió.

Vecino del barrio El Frutillar, desde donde pueden verse los cerros Ñireco, Ventana, Carbón, Catedral u Otto, Romano eligió fijar el objetivo en otros rumbos. Su inclinación por la fotografía urbana “es de siempre. Yo nací en Buenos Aires y ahí viví hasta 1998. Ya mi madre hacía fotografía urbana sin saberlo, porque era aficionada y teníamos una cámara Kodak Fiesta que era una porquería. Te hablo de 1968, más o menos. Salíamos a fotografiar las estatuas de mármol de las plazas, las pérgolas, los paseos del Jardín Japonés, de Plaza Francia o de La Boca cuando todavía el turismo no se había apoderado de las paredes, cuando La Boca era un barrio multicolor de casas de lata. Ahí empecé a ver que detrás de lo cotidiano hay más que historias: hay poesía, como dijiste vos, y un montón de otras cosas”. La lista puede tornarse interminable de tan extensa.

Pasión por la fotografía urbana

Ante la influencia materna, “empecé a aprender, a buscar, a ser indiscreto y mirar, a cogotear un poquito”, explicó Tonny Romano, quien hasta fines de mayo exhibe “Miradas indiscretas” en la galería del Hotel Inacayal. “Además, tuve como profesor a Mario Delfino, que aparte de enseñarme a procesar los negativos, a revelar, a encuadrar y exponer, me enseñó la pasión por la fotografía urbana. Vaya a saberse dónde está, porque es uno de los 30.000 que se fueron. Me enseñó a ver que debajo de una baldosa o detrás de una pared, hay historias que tienen que ver con uno mismo y con otras personas, aunque no nos conozcamos. Estamos interactuando ahí, hay energía que va y viene, que fluye. El movimiento en las fotos también es eso: el fluir de todo el día”, insistió el fotógrafo.

Los trabajos que pueden apreciarse en el hotel lacustre son más bien recientes. “La galería en sí es un trabajo de larga data porque hace 40 años que empecé a hacer fotos, pero es la primera vez que me animo públicamente a mostrar lo que hago. La más vieja es la del Vertedero, que tiene dos años. La más nueva es la del Hogar… Pasé por casualidad, iba para otro lado y como ando con la cámara encima, vi esa fachada y dije: estoy hay que guardarlo y resguardarlo porque nadie sabe si mañana alguien dice: no, a esto hay que pintarlo de blanco y el graffiti desaparece”.

La imagen reproduce una manifestación sencillamente gloriosa de street art o arte urbano. “En una de esas, me abuso porque el arte es de otros”, se disculpó Romano, sin necesidad. “Al fotografiar el graffiti, el arte ya está hecho. Es arte sobre arte. Pero la naturaleza también es arte y todo el mundo la saca fotos al lago o al cerro. Todo es válido”, defendió. Habrá que prestar atención porque cada 15 días aproximadamente, “Miradas indiscretas” se complementará con clínicas y charlas, “espacios abiertos para que, sin cargo, los que quieran puedan hacerle preguntas a fotógrafos de renombre. Acá hay un montón”, resaltó. Cada vez más.

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