25/01/2018

La Nube se prepara para cosas mayores

- MIENTRAS CONTINÚA SU CICLO DE LOS LUNES - La “orquesta de percusión” siembra durante el verano en curso aquello que sembró durante el resto del año. Además, apunta a llegar de la mejor manera al Culturica Festival de Arte y Conciencia Ecológica.

La Nube se prepara para cosas mayores
La Nube superó el invierno y va por más.
La Nube superó el invierno y va por más.

 

Por Adrián Moyano
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Empezó la cuenta regresiva para el Culturica Festival de Arte y Conciencia Ecológica y La Nube – Orquesta de Percusión ya está ansiosa. Si bien la agrupación sostiene, hace meses, un impensado ciclo que se renueva todos los lunes, el escenario que se montará el 25 de febrero en el Club Danés plantea sus desafíos: el público estará lejos, el sonido será otro y también el espacio. Pero Javito Vidal confía en la magia de los tambores.

Celebró el director de La Nube que “pasamos el invierno, cuando fue crudo o difícil mantener un ciclo los lunes. Suspendimos una sola vez porque había mucha nieve”. Como contrapartida, “ahora en verano es fantástico lo que está pasando. Queda gente afuera, por suerte… Es increíble pero también fue una apuesta que hicimos nosotros hacia el amor, hacia la música y ahora estamos recibiendo los frutos”, definió.

Precisamente, Vidal cree que el atractivo de La Nube reside en la dupla “amor y ritmo. La música transforma, lo que hacen los tambores es generar una vibración alrededor que todavía no tiene una explicación muy bien lograda científicamente, pero transforma a la gente de alguna manera, mueve algo en sus fibras y células, y eso hace que, después, se sienta un poquito mejor. Nosotros sabemos que esto sucede, entonces la propuesta va desde el amor, desde el encuentro, la pasión por la alegría y por generar espacios de conexión. Eso la gente lo recibe y lo vuelve a buscar lunes tras lunes. Están ahí. Eso me parece que se genera a través de apostar a otra cosa, más allá de la música. Es como militar hacia el amor”, insistió.

La relación entre los tambores y el percusionista reconoce larga data. “Toco todos los días, es una pasión. A veces me siento y pierdo la noción del tiempo, no sé cuánto tiempo estoy tocando y, de repente, pasó una hora cuando capaz me había sentado por 10 minutos. Es una búsqueda constante de algo musical que de repente se transformó en una pasión”, confió. “Hago percu desde los 15 años, pero hace ocho, más o menos, empecé a apostar más fuerte, más fuerte, más fuerte”.

El camino que siguió Vidal puede sorprender un tanto. “Ahora tengo 34 años y, en algún momento, armé el circuito para poder vivir y ahí me tiré a la pileta de lleno. En 2013, me fui a vivir debajo de un puente, todavía en Buenos Aires. Largué todo lo que tenía y todos los trabajos que estaban buenos pero, en algún momento, no resistí más el sistema ni  el hecho de estar desconectado de la música. Dije: vamos a apostar todo, así que renuncié primero a todo”.

Desde la calle

En primera instancia, “empecé a tocar el acordeón como recurso porque en la calle, la percusión no llama mucho la atención para hacer una gorra”, justificó. “Pagaba una clase, aprendía un vals e iba a la calle, a tocar el vals y poner la gorra. Y tocaba y tocaba y tocaba… Se terminó de cerrar el círculo y, después, me vine a vivir a Bariloche”, señaló. En esa línea, “La Nube es una especie de continuado y, al mismo tiempo, de renovación de lo que pasaba en Buenos Aires”.

Aventuró Vidal que “como todo se recicla, acá empecé de cero de nuevo, hice exactamente lo mismo y le puse este nombre porque estábamos con unos amigos mirando unas nubes y había una que tenía una forma de ola muy marcada, como para un surfista… Me di cuenta de que las nubes toman forma todo el tiempo y cambian, me pareció excelente tener esa palabra como guía. Por lo menos, para mí, que soy el que la rema… Me permito transformar, trabajar y corregir. Y, entonces, hoy La Nube es una cosa y la semana que viene, otra y el año que viene, quizás, otra”.

La Nube se define como “orquesta de percusión” porque la idea de su director “es que sea un menjunje de tambores de todo el mundo, todos instrumentos de percusión que vienen de raíces africanas pero nos llegan a nosotros desde Brasil, desde Cuba, desde Colombia, desde Uruguay… Termina siendo una especie de guiso con un poquito de cada lugar y, de repente, la propuesta es tener muchos de esos tambores. Tenemos alrededor de 20 instrumentos en escena con 20 músicos y eso empieza a cumplir las características de orquesta. El desafío es hacer que 20 tambores, que se prestan muy fácil para hacer ruido o barullo, terminen funcionando como una orquesta”, aclaró. Aunque en este caso, la partitura se rescribe en cada presentación.

Improvisación y energía

En la búsqueda sonora de La Nube, la improvisación ocupa “todo el lugar. Todo lo que hacemos es improvisado, surge de la energía del momento. Muchas veces, tratamos de ensayar para armar cosas pero, finalmente, terminamos haciendo algo que cambia por la energía de lo que está pasando en el momento. No puedo concebir la música armada, si grabara un disco no podría subir al escenario y tocar exactamente lo mismo porque en el escenario va a ser otro momento, con otra gente y otra situación”, definió Javito Vidal, su director.

El percusionista proclamó que “la música es algo vivo y cuando se empieza a repetir se transforma en una especie de fábrica, donde todo es igual y prolijo a rajatabla. Ese tipo de construcción no te permite crecer, es estanca, se queda ahí con lo que se hizo. Hacer algo nuevo sería un desafío. En este caso, cuando improvisamos, estamos tan acostumbrados a hacer algo nuevo que cuando hay algo armado, no nos da ganas de hacerlo, no dan ganas de estar ahí. Es un tiempo muerto. Es como subir o bajar de un ascensor: ya se sabe adónde va”, definió.

De cara al festival que organiza la gente del Bar de las Artes, la rutina de La Nube “se altera porque el escenario es más grande, hay mucho más sonido y cambia mucho el juego musical. La gente está más lejos y nosotros jugamos muchísimo con la gente, porque eso hace al show: la participación constante… En ningún momento nos olvidamos de que hay alguien del otro lado y, por eso, cambia todo el tiempo la música que hacemos. El desafío de que la gente esté distante nos hace pensar en algo más musical, por decirlo de alguna manera… Estamos muy ansiosos y apostamos a los ensayos para ver, durante un mes, con cuáles nuevos márgenes y espacios contamos. Tenemos un mes”, insistió. Para La Nube, casi una eternidad.

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