16/01/2018

Historia del choque entre la apatía centralista y los intereses locales

- LA “SUIZA ARGENTINA” Y SU “DESTINO MANIFIESTO” -  Si bien existían proyectos anteriores que, en general, Buenos Aires desestimó, el sesgo turístico de Bariloche y la región se abrazó cuando se sucedieron la Primera Guerra Mundial y las restricciones aduaneras nacionales.

Historia del choque entre la apatía centralista y los intereses locales
Ada María Elflein, una de las primeras en popularizar la Suiza Argentina
Ada María Elflein, una de las primeras en popularizar la Suiza Argentina

Ada María Elflein publicó “De tierra adentro” en 1917. En ese mismo año, Emilio Morales sacó de imprenta “Lagos, selvas y cascadas. Descripciones geográficas. Con sesenta ilustraciones y tres mapas de isla Victoria, lagos, senderos y caminos”. Los dos trabajos se consideran como una suerte de anticipo en el cambio del perfil turístico que adquiriría Bariloche bastante más tarde: hasta entonces, el interés por la “Suiza argentina” era “patrimonio exclusivo de aventureros provistos de guías, armas y caballada”. De ahí en adelante, “gracias a la creciente accesibilidad y disponibilidad de recursos y conocimientos”, la zona transitó como atractivo “hacia sectores más amplios: los que se podían permitir viajar en tren o alquilar coches” e incluso, “las mujeres”.

La aseveración aparece en el texto que lleva como título “Procesos de resignificación, desarrollos locales y formación territorial en los Territorios Nacionales. El caso de la ‘Suiza Argentina’ entre los siglos XIX y XX”. Su autor fue Pedro Navarro Floria, investigador del CONICET, de la UNCo y de la UNRN que falleciera prematuramente. Su aporte se publicó en el Anuario 2010 del Instituto de Estudios Históricos Sociales (IEHS), ámbito que funciona en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.

Sin embargo, aquella “difusión social” sobre una categorización turística al alcance de más sectores, “se interrumpiría en el ciclo siguiente, cuando la política de Parques Nacionales posterior a 1934 y, durante una década, promoviera el retorno a un turismo de elite”, apuntaba el investigador. Mucho incidió en la configuración que Bariloche adoptó hasta hoy la “crisis de la economía agrícola regional”. En este punto, Navarro Floria citaba a Laura Méndez y Vladimiro Iwanow quienes, en sus trabajos, resaltaron “la baja rentabilidad, las dificultades de comercialización, prácticas culturales inapropiadas que disminuyeron los fantásticos rendimientos iniciales y la falta de políticas gubernamentales activas que apoyaran la actividad”.

Fue a partir de esa coyuntura desfavorable para la actividad agrícola y mercantil que “la mirada local sobre el desarrollo volvería sobre algunos de los contenidos del proyecto Willis y de la visión de Moreno, subrayando la nueva alternativa económica representada por la actividad o ‘industria’ turística”. Navarro Floria se refería a Bailey Willis y a Francisco Moreno. En ese marco, recobraron validez “los abundantes y detallados proyectos elaborados por (Emilio) Frey y por la Comisión Pro-Parque Nacional del Sur para fomentar el turismo como ‘destino manifiesto’ de la Suiza argentina”, decía el estudioso, con alguna ironía.

Parques en el olvido

Aquellos esbozos de Frey implicaron “toda una iniciativa local de territorialización, divergente de la representación de la unidad nacional generada desde el Estado centralista de las primeras décadas del siglo XX argentino, y que no ha sido hasta hoy adecuadamente analizada y valorada en su formación”, cuestionaba. “El contraste es mayor cuando se advierte que –tras la derrota electoral del régimen conservador en 1916– los gobiernos radicales del período 1916-1930 archivan en el olvido los proyectos de parques nacionales”.

La omisión sería escandalosa si la viéramos desde hoy. “Resulta llamativo, por ejemplo, que el proyecto de reglamentación del Parque Nacional del Sur, elaborado por Frey en 1922, no haya sido registrado por la administración nacional (que pide un proyecto a la Comisión Pro-Parque en 1924). Es solamente un indicio del aislamiento en que se desarrolló el proyecto de turistificación de la ‘Suiza argentina’ hasta la década del 30”.

Interpretó el investigador que “la búsqueda infructuosa de materiales de archivo derivados del Ministerio de Agricultura que den cuenta de su relación institucional con el Parque Nacional del Sur demuestra que se trató de un proceso de territorialización bastante autónomo en esa etapa”. Esa autonomía para sus proyectos que, en los hechos, ejercieron los barilochenses “abona la tesis de la persistencia del esquema de colonialismo interno respecto de los Territorios Nacionales, que las administraciones radicales de 1916-1930 heredaron del reformismo liberal, al no modificar la percepción de las sociedades patagónicas como inmaduras e incapaces”. Percepción que, dicho sea de paso, no parece haber cambiado tanto en la actualidad…

Cabe recordar que, para los Territorios Nacionales de aquel entonces, funcionaba un régimen de democracia restringida. Junto a la crisis que supuso la Primera Guerra Mundial, la nación impuso trabas aduaneras crecientes, golpe fatal contra el circuito comercial y ganadero de la región del Nahuel Huapi. De manera indirecta, la coyuntura favoreció “una reorientación a la actividad turística” aunque ambivalente, ya que si bien iría a beneficiarse con “la creación del Parque Nacional del Sur”, por otro lado, “se veía limitada por la paralización de la construcción del ferrocarril estatal en 1925”.

El proceso fue muy complejo y, según Navarro Floria, “aparece muy bien ejemplificado en la trayectoria de progresivo endeudamiento y crisis que llevaría al suicidio a Primo Capraro, pero que se refleja también en una tensión muy permanente y notable entre la Comisión de Fomento (luego Concejo Municipal) y las autoridades territorianas y nacionales por cuestiones de financiamiento, por decisiones administrativas y, en definitiva, en torno de la construcción de un perfil propio asociado al turismo, al tráfico internacional y a la generación de marcas de identidad y pertenencia local y nacional”. Complejidad aquella que nunca se saldó y sobre la que bien haríamos en volver a discutir.

La Provincia de Los Lagos

No siempre se pensó a estas latitudes en términos de Neuquén, Río Negro y Chubut. “La propuesta de Willis, en el sentido de crear una Provincia de Los Lagos como proyecto territorial contenedor del parque nacional y de la ciudad industrial del Nahuel Huapi, confluyó con una propuesta de la conferencia de gobernadores de los Territorios Nacionales realizada en 1913, en el sentido de estudiar una nueva división territorial de la Patagonia”, aporta el trabajo de Pedro Navarro Floria (ver segundo párrafo del cuerpo de la nota).

Según el investigador, “varias de esas demandas, incluida la nueva división, fueron recogidas en un proyecto de ley presentado por el Ejecutivo al Senado en septiembre de 1914, que creaba los nuevos Territorios de Los Lagos, San Martín y Patagonia. El primero abarcaría el área cordillerana desde la latitud aproximada del volcán Lanín y Catán Lil (Neuquén) hasta la de Cholila (Chubut), el segundo desde esta latitud hasta aproximadamente la del río Senguerr (Chubut), y el tercero ocuparía una franja entre Chubut y Santa Cruz”.

Aquel “proyecto de 1914 nunca fue tratado por el Congreso, pero reapareció en 1934, en un anteproyecto de ley de Territorios elaborado por el Ministerio del Interior que tampoco encontró eco”, sumaba Navarro Floria. Quizá no fuera tan desatinada la iniciativa de Willis a la luz de cómo nos fue a los cordilleranos con la actual división política: la quimérica Provincia de Los Lagos nunca hubiera sido gobernada por valletanos…

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