Chicos de séptimo grado de Mencué, maravillados con Bariloche

Por Susana Alegría
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Adalberto Ochoa y Karina Ceballos junto a una mamá, fueron quienes los acompañaron. Disfrutaron de unos días inolvidables, realizando excursiones y paseando por la ciudad.

Ochoa hace 25 años que reside en Mencué y dentro de la escuela cumple diversas funciones, como profesor de carpintería y luthería; Karina es la docente de los chicos, cubriendo todas las áreas de séptimo grado. 

Allí está solo la escuela que cuenta con 70 alumnos y una residencia donde se quedan cuatro de los alumnos que viven en zonas más alejadas, regresando a sus hogares cada quince días, cuando el transporte los lleva junto a sus familias.

Desde principio de año realizaron actividades para generar ingresos que les permitieran hacer el viaje, pero no fue suficiente, por lo que lograron conseguir por medio de Provincia el transporte y estadía en un hotel céntrico y gracias a un vecino barilochense, Sebastián, que los visita con donaciones cada vez que puede, pudieron hacer las excursiones.

La mamá que los acompañó es muy especial para ellos, porque trabaja en la residencia, por lo que todos estuvieron felices al estar entre las elegidas para viajar con los chicos.

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Mencué

En Mencué viven tan solo 50 familias y en la zona rural unas 30 más. Ya finalizada la primaria pueden continuar su secundaria de manera virtual pero algunos de ellos se irán a vivir a General Roca. Los chicos lo describieron como lleno de cañadones y de caminos con difícil acceso. En lo que respecta a salud, cuentan con una salita de primeros auxilios, la que los médicos visitan cada 15 días a hacer controles a los chicos, si surge una urgencia, son derivados a General Roca o El Cuy.

El sistema de agua es por medio de perforaciones y luego se potabiliza a través de un tanque que está sobre los cerros. La mayoría de los habitantes se dedica a trabajos rurales, “algunos cuentan con una pensión porque si no se les hace imposible llegar a fin de mes”, comentó Adalberto.

Los protagonistas

Antes de sentarse a cenar, Soledad, Jerónimo, Jonathan, Yésica, Gianfranco, Mateo, Eliseo, Yamila, Huilen y Fabiana dialogaron con El Cordillerano. Cinco de ellos conocían Bariloche por lo que habían contagiado el entusiasmo a sus compañeros. “Primero paseamos por el centro y nos sacamos muchas fotos” dijo uno de ellos. Fueron a Isla Victoria en catamarán y la experiencia con las gaviotas les quedó muy grabada. “Campanario es hermoso” opinó una de las chicas y no es para menos. Al consultarles qué fue lo que más les gustó, la respuesta al unísono fue, todo. Imágenes que se encargaron de dejar grabadas en sus celulares para compartir con sus amigos y familiares al regreso a su localidad.

Apenas conocida la novedad de los visitantes especiales, se comenzó a mover la rueda de la solidaridad, impulsada por Andrea Lobos, Benroth los invitó para que se llevaran una bolsita de chocolate cada uno, Sussy Trostl les acercó otros de parte de Torres, así como Cecilia Corti de Zucal. Mónica Belcker sumó galletitas y bebidas para el viaje de regreso. 

Homero Sosa junto a sus compañeros de trabajo realizaron todos los traslados durante la estadía en Bariloche, de manera totalmente desinteresada, gracias a la iniciativa de Alejandro Boreau, su jefe. Realizaron una visita a la sede del SPLIF para conocer las herramientas y el sistema de trabajo que utilizan y aprendieron a patinar sobre hielo. Adalberto quiso agradecer a cada uno de ellos, “se han desvivido por hacer algo por nuestros chicos y eso no tiene precio”.

Son muchas las necesidades de la comunidad educativa. Adalberto comentó que “para poder comprar la madera para el taller hacemos bingos y rifas, pero siempre falta. Nos han hecho muchas promesas pero no han cumplido”. Ellos además comenzaron a incursionar en aeromodelismo por lo que están necesitando fibrofacil de 3 y 5 milímetros.