23/08/2017

Otro trabajo soberbio de Baco Compañía Teatral

- “HAMLET, HERENCIA DE LA CARNE” -  Con múltiples recursos técnicos a disposición y una acción atrapante, el elenco que en esta ocasión dirige Paula Tabachnik vuelve a impactar. Además, en la trama “universal” insisten en dar el presente ingredientes del pago chico. 

Otro trabajo soberbio de Baco Compañía Teatral
Una de las bufonas.
Una de las bufonas.

 

Por Adrián Moyano
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De repente y sin previo aviso, el soliloquio de Hamlet (Manuel Gutiérrez Arana) abandona las conspiraciones de la corte dinamarquesa y refiere al intendente que devino gobernador, quien resultó asesinado por su esposa en presencia de sus hijos… También de improviso, Laertes (Emanuel Gallardo) invita a brindar con vinos de la tierra que mapuches y tehuelches abonaron con su sangre… Dos sacudones intensos en la trama de una obra que por la elegancia de su texto y por reconocerse tributaria del legado de Shakespeare, a priori quedaba lejos de nuestra historia, tanto la -no tan- remota como la reciente.

Pero pareciera que en manos de Baco Compañía Teatral, cualquier acontecimiento del pago chico puede convertirse en suceso dramático. O más bien, en objeto de dramaturgia… Recordemos que en “Crónicas de una caricia”, el elenco que dirigen alternativamente Lihue Vizcaíno y Paula Tabachnik ventilaban sucesos que tuvieron lugar en Bariloche, entre ellos, la  participación de “buenos vecinos” en hechos de abuso sexual y violencia de género. Temas tabú inclusive en la actualidad, cuando median varios años desde su perpetración.

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En “Hamlet, herencia de la carne”, el tono general no tiene que ver con pintar la aldea pero precisamente por eso, sorprende la introducción de los dos episodios. Uno explica -al menos parcialmente- el devenir político rionegrino de los últimos seis años y el otro, la configuración de la región que desde fines del siglo XIX, los argentinos conocen como Patagonia. Una recreación de aquella valentía en la que Baco parece sentirse a gusto.

En esta ocasión es Tabachnik la directora y no menos trabajada la puesta, que llega a contar con siete actores y actrices en escena. A los que ya mencionamos hay que sumar a Jorgelina Paravano en el rol de Gertrudis, madre de Hamlet; a Rodolfo Fernández Lisi como Polonio, quien coquetea con la reina; y a Vizcaíno como Ofelia, hija de éste y cercana en amores al príncipe. El staff sobre el escenario se completa con Lucila González y Emilia Linardi, quienes animan a dos bufonas más perversas que simpáticas.

El texto y la acción conspiran en atrapar al espectador. Imposible distraerse durante todo el transcurso de la obra, de grosor considerable. Los límites entre la realidad de la ficción y el universo onírico de Hamlet sólo quedan claros sobre el final, al igual que la brecha que debería separar su cordura de la locura. Si en efecto, la directora se planteó oscilar entre “el ser y el deber ser, entre el plano consciente y el inconsciente”, el cometido se cumple con creces e interpela desde el escenario, la reflexión del espectador.

Mandato

El asunto tiene que ver con el asesinato de su padre. El monarca extinto visita a Hamlet en sueños y no sólo responsabiliza a su viuda por el deceso, además ordena a su hijo practicar la venganza. En llevarla a la práctica o no, en hacer concretos y desde la conciencia los hechos que se manifiestan en la inconsciencia, invertirá el príncipe buena parte de sus cavilaciones. Según la dirección de sus devaneos, arrastrará consigo amores y amistades.

La “neblina espesa que afecta los sentidos” aparece en varias oportunidades de manera concreta sobre el escenario de la Biblioteca Sarmiento, para sumarse a la construcción de un clima espeluznante, consecuencia del diseño de luces que ideó y opera Michay Fernández Quintero. Atmósfera opresiva de la que nadie puede escapar, ni los que están en escena ni los que presenciamos inclusive a la distancia.

En ocasiones, Hamlet y sus compañeros de corte se expresan en inglés, sin que medie traducción alguna. Otro desafío para la escucha activa que demanda Baco. Pero la máxima expresión intercultural se produce cuando el príncipe desgrana sus reflexiones en tiempo de payada, insólita derivación de la libertad al versionar. La letra corresponde a Fernando Emner, quien también aportó a la música en colaboración con Cristián Busamia.

El elenco que trabaja con rigor quizá nunca visto en la historia del teatro barilochense –entrena con fervor varias horas por semana- funciona como gran equipo a pesar de los diferentes roles. Pero en ese concierto de diferentes voces, impacta la Ofelia de Lihue Vizcaíno, quien en el trabajo anterior había ejercido la dirección. También habría que detenerse en el gran despliegue físico de actores y actrices, en la flexibilidad de sus cuerpos y en la gran expresividad de sus rostros.

La versión de Baco también asumió textos de “Máquina Hamlet”, de Heiner Müller, para redondear una poética que imprime belleza a situaciones que poco tienen de lindas. En definitiva, otro gran trabajo del elenco que precisamente, denota mucha preparación previa, mucha discusión, mucho intercambio y sobro todo, experimentación. Combinación ajustada de dominio técnico y libertad.

 

Ficha técnica

 

Producción general, escenografía y vestuario: Baco Compañía Teatral.
Diseño de luces y operación técnica: Michay Fernández Quintero.
Operación técnica de sonido: Pacha Inalaf.
Creación de vestuario: Marianela Cáceres.
Creación de escenografía: Bille Vilches.
Diseño gráfico: María Galarraga.

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