17/05/2017

La historia de las parejas que decidieron recorrer el mundo en un Fiat 600 y un 1100

- AHORA EN BARILOCHE -  Hace cinco meses comenzaron este sueño. “Antes de salir, te meten miedo, y la verdad es que hasta ahora sólo nos encontramos con gente maravillosa”, señaló Jimena que planea llegar junto a Rodrigo a Alaska. En Viedma se encontraron con Luis y Sonia, sobre el Fiat 1100. A partir de allí compartieron la singular experiencia.

La historia de las parejas que decidieron recorrer el mundo en un Fiat 600 y un 1100
A dúo. Ambos comparten el sueño de transitar una forma de vida distinta.
A dúo. Ambos comparten el sueño de transitar una forma de vida distinta.

El indeleble Fiat 600 que impregnó las postales de la vida de varias generaciones en distintos lugares del planeta fue presentado por primera vez al público el 9 de marzo de 1955 en el Palacio de Exposiciones de Ginebra. El Fiat 1100 nació en 1937 y una serie llegó a Argentina entre 1961 y 1969. En 1960 la planta Fiat Argentina S.A. inició su producción hasta 1963. Y aunque sus origenes se remontan a una vida muy distinta a la que hoy transitamos, un Fiat 600 y uno 1100 protagonizan una historia que resquiebra estructuras, modernas convenciones, y plantea un objetivo ambicioso, recorrer el mundo con estos pintorescos autos que despiertan una profunda nostalgia. 

"Buscamos vincular la pasión, los sueños y la profesión en un viaje desafiante, recorriendo los cinco continentes a bordo de Aceituna, nuestro Fiat 600”, sintetizan Jimena y Rodrigo en su blog, en dónde registran la singular experiencia. “Hay que romper con el mito del miedo que tiene la gente. Cuando salimos, te dicen que te puede robar, que la podes pasar mal, y eso se genera con los medios de comunicación”, comentó Jimena sobre los primeros cinco meses de viaje. “Y lo que pasa, en realidad, es que te encontrás con gente que te ayuda, colabora, todos de forma desinteresada porque quieren formar parte de este sueño”, contó. 

Luis y Sonia son los protagonistas de la historia sobre el Fiat 1100 celeste de 1961. Salieron de Avellaneda el 30 de diciembre, después de pergeñar el viaje durante un año y medio. Contó que la incertidumbre se instaló en ese tiempo. “Nos encontramos con mucha gente buena, solidaria, recibimos mucho cariño, amor. Además, los autos despiertan mucha nostalgia”, describió y coincidió con Jimena, “la gente quiere ayudar porque quiere ser parte”. Sonia interrumpió para agregar un dato importante, el viaje lo llevan adelante con dos perros. 

El Fiat 600 y el 1100 no se conocían personalmente. Sólo el relato a través de las redes sociales. Sólo tenían presente y admiraban la similitud de sus historias. Y en Viedma, “Aceituna”, tocó bocina a las espaldas del celeste auto. Y allí se encontraron para transitar juntos buena parte de esta experiencia. 

Jimena, que siempre soñó con viajar, aseguró que la decisión no fue fácil porque requiere de cierta valentía y la determinación de dejar la zona de comodidad para emprender esta particular aventura en la que, según estiman, les tomará cerca de dos años hasta llegar a Alaska. “Es un estilo de vida”, definió y resaltó el valor que tiene para ellos tener la libertad de tomar las decisiones cada día. “Disfrutamos despertar cada mañana y elegir qué hacemos y cómo. No hay apuro, pero sí ansiedad”, reconoció. 

Por su parte, Luis y Sonia tienen otro recorrido planeado en su mapa personal. Su sueño en el celeste y luciente auto es llegar a Brasil y de ahí cruzar a África para luego continuar hasta Italia, el país de nacimiento del Fiat 1100. “El encuentro con la gente”, respondió ante la pregunta sobre qué fue lo que los sorprendió, que no estuviera en los planes previos al viaje. “Nos dimos cuenta que perdimos un año y medio, preparando todo. Podríamos haber salido antes”, reconoció, ya que los miedos invaden y alborotan la etapa previa a la salida. Con el paso de los kilómetros, hay algo que ambos autos reconocen, “en el camino no encontramos gente, siempre quedan amigos”.

“Avanzábamos por la ruta, dejando atrás kilómetros de Patagonia”

Luego de un día entero de manejar, decidimos, en ese momento, estacionar a un lado del camino, y bajar a tomar un poco de aire fresco, una lluvia suave comenzó en ese preciso momento, al mismo tiempo el sol aparece tras las nubes negras que cubrían el cielo un regalo de la naturaleza, un arco iris pintado en el cielo, justo por encima nuestro, un momento fugaz que no duró más de uno o dos minutos, pero que estaba ahí para nosotros, siendo los únicos ojos humanos que es ese instante estábamos ahí, parados en el medio de la ruta, contemplando su belleza.

Seguimos adelante, con los ojos aún llenos de los colores que el cielo nos había regalado. Para algunos será sólo un arco iris, para nosotros una señal de que el camino es el correcto.

¡Aceituna sigue rumbo a Alaska!

(Relato de viaje en el Facebook Pasajeros del Infinito)

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