15/05/2017

Fue conmovedora la quinta edición del Patio de Actores

- EN LA LLAVE PARA CELEBRAR EL DIA MUNDIAL DE ELLOS Y ELLAS -  En esta ocasión, el zapping teatral se celebró bajo techo y quizá reuniera menos propuestas que en 2016, pero no por eso menos emociones. Además, dejó ver la gran cantidad de actrices y actores jóvenes que existen en Bariloche.

Fue conmovedora la quinta edición del Patio de Actores
A Sol Guti se le frustraron las vacaciones.
A Sol Guti se le frustraron las vacaciones.

Acá es así. Todavía no se disipa la congoja después de apreciar “Los pájaros del alma”, la intervención con que Gustavo Pascale Barbato participó del V Patio de Actores, que ya la atención se siente reclamada por Luz Castro en “El nombre”. Nadie obliga a quedarse pero el compromiso de la joven actriz ejerce magnetismo. Acá es así: una suerte de zapping teatral que inclusive, en ocasiones se torna simultáneo y obliga trabajo por parte del espectador. A diferencia del televisivo…

En su quinta versión, la sucesión de “instalaciones teatrales urbanas” tuvo lugar el domingo último en la Escuela Municipal de Arte La Llave. Algunas de las propuestas se desplegaron en el hall de entrada y otras, en la sala principal del reducto. Menos poblada que la gloriosa edición anterior -un día radiante en el Centro Cívico- pero con una llamativa rotación en los protagonistas. ¡Qué de jóvenes teatreros en Bariloche!

En un rincón del hall, dos mujeres visten igual, lucen elegante indumentaria de mucamas. Alrededor suyo hay trapos, plumeros y otros implementos útiles para desarrollar la tarea que se les asigna. Se dan la espalda y una comparte sus desventuras y tribulaciones con la otra, que anota y de vez en cuando suelta un: ajá… Visten igual, pero una hace las veces de paciente y la otra de analista. La actitud corporal también difiere.

Virginia Salamida y Cecilia Planas dieron vida a “Limadas”, una no tan sutil crítica al universo del psicoanálisis y a los lugares que ocupa la supuesta sanidad mental. Al término de la confesión, la terapeuta ordena triunfante que su paciente trote. Ante la sorpresa de su interlocutora, precisa que es menester trotar “para eliminar energía sobrante”, “para no pensar” y que “las melodías no suenen a pasado”. Certera parodia.

Unos pasos más allá, Sol Guti está caracterizada de manera desopilante. La peluca que luce miente glamour. Avisa que está por salir de vacaciones e interactúa fugazmente con el público. Esboza sus planes, describe la contemplación playera de tres hombres, su acercamiento desaforado, el desencadenamiento del goce al que se reprimió durante la abrumadora mayoría del período estrictamente laboral. Disfruta por anticipado.

Pero suena un teléfono. El semblante de la joven asalariada tiende a cambiar rápidamente, al igual que el tono de su voz. El hipotético diálogo refiere a la inflación, a la necesidad de trabajar dos horas más por turno, a las demandas inesperadas de un patrón al que no se le puede decir que no. La liberación que se avecinaba se hace añicos y con la misma velocidad, se elevan las celdas de la prisión. No habrá vacaciones. Ni siquiera para disimular de manera efímera la esclavitud.
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Dejarse maravillar

En “Verbomagias” Francisco Vargas se mete en la piel de Magio, un personaje que parece venir de otro lado. Ocurre que Magio se deja maravillar por situaciones o cosas que serían corrientes para los acostumbrados a transitar por estos lugares. El forastero afirma que tiene la necesidad de expresar sus sentimientos a quien le preste oídos, entre ellos, otros de los actores y actrices del Patio.

En “La espera desespera”, José Luis Díaz es un payaso - clown más o menos clásico, con nariz colorada y todo. Pero durante su cuadro no abundarán las carcajadas. Mientras aguarda la llegada de alguien, el payaso hace como que controla sus mensajes de WhatApp o de Messenger, hasta que no queda nada por controlar… Entonces, comienza a tomarse selfies, hasta que ninguno de los artilugios tecnológicos contemporáneos alcanza a disimular su inmensa soledad.

Pura onomatopeya el cuadro, y después de pelear con un insecto, más que desesperante la espera se torna devastadora. Afloran las palabras entonces, que se hilvanan en una sucesión de preguntas, entre el reproche hacia la ausencia y la autocrítica. La acción termina con un lamento: ¿por qué tan solo? Un interrogante que no puede satisfacerse en el afuera de la persona, por más conectividad que esté disponible.

En el interior de la sala de la escuela, Victoria Reddel se contorsiona, se estira sobre el suelo, se alza tan larga como es. Su rostro maquillado denota dolor, cansancio, hartazgo… De fondo puede escucharse un poema que habla de las mujeres, del sufrimiento, de la incomprensión que ellos profesan… Planea una denuncia contra la violencia de género y una exhortación final para los hombres: celebrar a nuestras compañeras.

En un rincón, Julio Benítez ensaya una diatriba sobre el beso. El personaje se hace cargo de sus años y rememora uno que le dio a cierta rubia en 1950, cuando la selección uruguaya sacó pecho en el Maracaná y de este lado del charco, se conmemoraba el Año del Libertador. El monólogo viaja hasta la Fiesta Provincial del Teatro del año pasado en El Bolsón, para narrar un intenso encuentro entre el más veterano de los actores y una joven colega.

“El beso hace nacer a los labios”, recuerda el personaje que proclamó Neruda, pero toda pretensión de renacido erotismo tropieza con la identidad de cuál era el verdadero objeto de deseo para la chica: la dentadura postiza del viejo teatrero… Entre la excitación y el asco, se abre paso la carcajada incrédula del grupito de espectadores, insistente nómade entre puesta y puesta.

Sin que alcancen a apagarse los aplausos, Barbato pone en marcha “Los pájaros del alma”. El texto súper poético, proclama que “los pájaros siempre necesitan un alma donde volver”. Look Bergara Leumann, el personaje confiesa que la ausencia le duele en el pecho y menciona a aquellos “que se llevaron como en una guerra y nunca más volvieron”. Se proclama adivino: es capaz de adivinar a qué hora hay que despertarse, a qué hora van a servir la comida, a qué hora van a controlarlo, a qué hora van a apagar la luz para convocar al sueño. Poderosa la congoja.

En “El nombre”, Luz Castro se reprocha encariñarse con niños que son de otros y con ancianos que se mueren. “Mamá murió, ya no te necesitamos”, rememora. Para satisfacer a unos y otros, la joven deja llamarse de otras maneras: Eleonora, Florencia, María… Vive la vida a través de personas que no es, hasta que ante la propuesta de una nueva empleadora que le pide adoptar otro nombre, la joven estalla: “¡Cámbieselo usted! Yo me quedo con el mío”. Tremendo.

Ser lo que somos

Aunque después se dispuso otra ronda, el conjunto de actores y actrices hizo una pausa a la hora de comenzar para agradecer a los espectadores. Barbato tuvo palabras de elogio para Benítez y si bien valoró la afluencia de la gente, subrayó: “actuamos por nosotros. El teatro es lo que nos tiene vivos, los que nos hace ver el mundo de otra manera. Nos hace ser lo que somos”. De este lado de la escena, no nos queda más que agradecer.

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