17/11/2016

Interés por los estallidos

- EXPONE PATRICIA PILGRIM -  Dice la plástica que primero se apasiona por los turquesas y los naranjas y que después busca las formas que puedan contenerlos. Su muestra se conforma por al menos tres series, que podrán apreciarse durante noviembre.

Interés por los estallidos
Patricia Pilgrim, junto a su jardín de vaginas.
Patricia Pilgrim, junto a su jardín de vaginas.

Patricia Pilgrim cuenta que pinta desde su infancia pero hará un lustro que se largó a exponer. A pesar de sus 61 años, en su charla afloran palabras como rebeldía, libertad o conciencia, que a priori parecerían más propias de las irreverencias juveniles. Trayectoria vital mediante y de manera coherente con sus proclamas, afirma que hoy se interesa más por los estallidos de colores que por guardar las formas.

Obras suyas pueden apreciarse por estos días en centros privados de salud pero más cautivante puede resultar observarlas con detenimiento en Vertiente, el café que pronto cumplirá un año desde su apertura y que sin hacer demasiado ruido, se convirtió en cálido abrigo para los artistas plásticos de Bariloche. La oferta de Pilgrim marca un quiebre respecto del ambiente bucólico o naturalista de exposiciones anteriores.

Le puso palabras a su muestra: “por un lado, un trabajo que es bastante digital a partir de una pintura real. Me gusta mucho sacarles fotos y con un software trabajar los colores y hacer diferentes versiones de la misma pintura. Por ejemplo, un ojo de una mujer libanesa llorando ante una escena de guerra… Me conmovió mucho la cara de esta mujer, entonces hice su ojo”.

Espontáneamente la expositora admite una influencia. “A mí me encanta lo que hacía Andy Warhol, entonces hay diferentes versiones… Lo hago de una manera digital, me gusta mucho el efecto. No me animaba mucho a mostrarlo porque creía que la gente iba a pensar que tenía menos valor al trabajar con un software pero finalmente, decidí ser fiel a mí misma: me gusta y punto, así que lo muestro… No necesito que les guste a los demás, así que me animé”. Por las dudas, digamos nosotros que nada que ver con las latas de sopas.

“Estas me encantan”, le muestra Pilgrim al periodista, con un gesto. “Son como flores hechas a partir de dibujos de vaginas. Me parecen un jardín bellísimo… Y después hay otras cosas, las que llamo tijeras y pegotinas (sic). Son como afiches en los que a veces empiezo a pintar con óleo porque me gusta usarlo muy diluido, como si fuera acuarela y enseguida, me dan muchas ganas de poner nubecitas de letritas, de numeritos y símbolos”.

Explicitaciones borrosas

Esa serie amaga abandonar el lenguaje abstracto. “En realidad, quiero decir cosas pero no concretamente: despiértense, dejen de ver la tele, vean las cosas… Quiero que se note que quiero decir algo, que algo se te mueva en la cabeza pero no entiendas bien de qué se trata. Lo que más hay en esta muestra son las pegotinas, un primer intento de una especie de afiche que quiero hacer en el futuro para trabajar más con el mensaje, aunque esté un poquito velado. Necesito decir cosas”, insiste la plástica.

Por ahora y “en general, todas mis pinturas son abstractas, trabajo con los colores y las texturas. A veces, las formas son nada más que para contener el color. Me encantan los turquesas con naranjas y los quiero meter adentro de cajitas, que pueden ser perfiles de caras. Entonces, hago un perfil, doy vuelta la hoja y hago otro… Cuatros caras y partir de ahí empiezo a poner los colores, aunque después no sepa cuál es la parte de arriba y cuál la de abajo (risas). También en esta vuelta pueden ver texturas hechas con arena, rodillos y qué se yo”, enumera.

Para la pintora, incorporar nuevas tecnologías a su trabajo no representó mayor conflicto. “No es que tuviera una técnica tradicional, yo pinto de chiquita. En casa la pintura era una cosa cotidiana para mi abuela, mi mamá… Siempre tuve papel, lápiz, pinturas y pinceles de chiquita, nunca sentí que era una pintora, pero me parecía raro que otros chicos no pintaran en sus casas o que no supieran cuáles eran los colores primarios. Para mí era natural saberlo, era el abecé de la vida. Pero hace unos 17 años formé parte de un grupo de arte muy vanguardista que en realidad hacía música y videos, pero había que hacer los afiches. Viendo cómo la persona que dirigía el grupo hacía los afiches o la tapa de un disco, fui mamando el manejo del software”.

A partir de entonces, “se me hizo natural sacarle la foto a una pintura para subirla a internet y probar qué pasaba si cambiaba los colores o si trabajaba con pedacitos. Jugaba y experimentaba y de pronto, aparecían cosas que me encantaban, entonces las iba guardando… Es una ampliación de posibilidades: un día hago un dibujo con birome, le saco una foto, la meto en un software, borro partes y dejo lo que me gusta, lo imprimo, lo pinto con óleos, le vuelvo a sacar una foto… Es como jugar, no hay una técnica que alguien me haya enseñado”, insiste la expositora. Resultará gratificante sumarse a su juego.

La urgencia de decir

Si bien puede afirmarse que últimamente Patricia Pilgrim transita de encrucijada en encrucijada en su vida, pareciera que está próxima a emprender otro cruce. “Es la primera vez en mis 61 años que siento que quiero decir algo, quiero decírselo a la gente y mostrárselo. Hasta hace un tiempo, para mí pintar era hacer las tarjetas de cumpleaños o una pintura para colgar en mi casa, nunca se me había ocurrido hacer muestras. Empecé hace unos cinco años… Es una sensación de rebeldía, más que de libertad, es no querer hacer más la acuarela de mi casita o el dibujito que se parezca a la realidad como hacía en otras épocas: copiar la casita de la chacra o el paisaje, como si fuera una foto. Ahora no, ahora siento una libertad tremenda, me gusta más la explosión de colores o la textura que la cara perfecta o la mano que se parezca a una de verdad”.

Hay convencimiento en sus palabras. “Estoy mucho más libre de esas estructuras y con muchas ganas de decir cosas. Ese será mi trabajo futuro, con textos. Tengo una amiga que escribe genial, se llama Roxana Traverso, ahora está en Buenos Aires pero vivíamos las dos en El Bolsón. Acá hay un ejemplo del proyecto (señala) con frases de ella y pinturas mías: estoy cansina, pobre de esperar, repleta de brochecitos de alma… Era un momento en que las dos estábamos muy sensibles y tristes. Ahora más que frases poéticas, tengo más ganas de decir: ¡despierten! ¿No hay opción a esto que estamos viviendo? Pero dicho de una manera que a la gente le pegue y tome conciencia”, avisó. No hará falta tomar precauciones.

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