2018-08-02

La ambiental no es la única contaminación

En los últimos años se gestó una considerable sensibilidad en la población ante los problemas que provoca la contaminación ambiental. Siempre quedará por hacer, pero hay que admitir que con énfasis en los últimos 30 años, las demandas populares incidieron para que las autoridades de diversas jurisdicciones intervinieran y legislaran para prevenir desmadres ambientales que antes se admitían sin mayor protesta.

Los vertidos hacia el gran lago que ornamenta a Bariloche pueden constituirse como ejemplo: aunque todavía existan, ya no se naturalizan… Pero la ambiental no es la única contaminación, existe una modalidad en la cual la televisión tiene una responsabilidad ineludible. En términos académicos, se la denomina contaminación de valores tóxicos, es decir, aquellos que al distribuirse y promocionarse a través de la TV y otros medios, generan patologías.

No hace falta ser docente universitario para advertir que innumerables programas televisivos entronizan valores que en la práctica, resultan dañinos para la vida en sociedad. Entre ellos, sobresalen la violencia, el racismo, el machismo, la manipulación del erotismo, la competitividad exagerada, el miedo y la inseguridad, además de otros mensajes que según la literatura científica, crean patologías.

El Instituto de Higiene Mental de la Escuela de Salud Pública de la Universidad John Hopkins (Baltimore) analizó los contenidos de los programas infantiles de las tres cadenas televisivas más importantes de Estados Unidos, es decir, CBS, ABC y NBC. El relevamiento arrojó que esas emisiones contienen un número elevado de actos violentos, a tal punto que superan el promedio de los programas para adultos.

Hablamos de escenas que presentan el ejercicio de violencia física de una persona hacia otra. El vínculo es evidente, porque el mismo estudio documentó que existe una relación clara entre los comportamientos violentos y el grado de exposición a programas televisivos con contenidos de violencia. La evidencia científica es incuestionable y cabe concluir que tales películas o series contribuyen a instalar una cultura de la violencia.

No hace falta viajar hasta Estados Unidos: en la televisión se convierte a la violencia en un asunto trivial que inclusive, se presenta como atrayente y sugestivo. A su turno, la mujer también es objeto de la promoción televisiva de valores tóxicos. En los 90, practicó un estudio la Universidad Pompeu Fabra para el Instituto de la Mujer de la Generalitat de Catalunya. La investigación analizó la manera en que las cadenas televisivas proyectaban a la mujer en sus programas. Como se puede intuir, predominaba una visión machista de la mujer, al enfatizar su imagen como objeto de deseo y placer para el hombre.

La visión no cambió mucho y en este lado del Atlántico, sucede otro tanto. En general, la televisión condena a la mujer a profundizar su proyección erótica. En consecuencia, la presentadora de programas televisivos, así se trate de noticieros de actualidad, tiene que aparecer sexy, joven y con vestimentas llamativas. Como contrapartida, nadie le exige al conductor varón que no se vista de manera formal o discreta. Estos estereotipos, que imponen cierta imagen para el hombre y otro tanto para la mujer, suelen crear frustraciones y tensiones.

El estudio de la universidad estadounidense que mencionábamos, también analizó la proyección de la mujer en las cadenas de televisión en varios países de América Latina, Europa y Estados Unidos. Para ese recorte, los investigadores concluyeron que a mayor machismo en la cultura de determinado país, más escotadas y sensuales debían aparecer las mujeres en los programas de televisión, incluidas las presentadoras de noticieros. En ese marco, detectaron que tenían que lucir más atractivas las trabajadoras de América Latina y el sur de Europa, en relación con el norte de Europa y Estados Unidos.

Puede sobrevenir la tentación del chiste fácil pero la cosa es seria, ya que el estereotipo de la mujer como objeto de deseo fabrica patologías. En su conjunto, la televisión “occidental”, argentina y barilochense, promueve una imagen de la mujer en la que se identifica belleza y atractivo con el rango de la joven, que sea capaz de atraer al hombre en términos eróticos. Se trata de una definición normativa que en realidad produce una gran frustración en aquellas mujeres que no encajan en los parámetros normativos de la belleza, es decir, la inmensa mayoría.

Una norma en sí misma no garantiza nada pero habrá que admitir que la autorregulación de los medios masivos de comunicación ya demostró su carácter pernicioso. En consecuencia, se requiere la intervención no solo del Estado, sino de organizaciones de televidentes, radioescuchas y lectores que pongan en tela de juicio la contaminación de valores tóxicos. Si se prohíbe que se promueva fumar en los programas de televisión, también se debería promover la regulación de actitudes tóxicas que inciden en otras patologías.

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